Mirada histórica

Un tiro a la igualdad de la mujer deportista

A principios del siglo XXI, las féminas no han logrado todavía el encaje que demandan los principios morales y jurídicos que rigen en otros ámbitos

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José Luis Pérez Triviño

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En tiempos de la Grecia antigua, cuando se instauraron los Juegos Olímpicos, las mujeres eran lanzadas por un precipicio si accedían a ver las pruebas atléticas en las que, obviamente, solo participaban hombres. La situación de las mujeres respecto del deporte mejoró algo a finales del siglo XIX, cuando se restablecieron los Juegos Olímpicos, pues entonces ya pudieron acceder a los recintos deportivos, pero según el barón de Coubertain, todavía tenían prohibido participar.  A principios del siglo XXI las mujeres no han logrado todavía el encaje debido que demandan los principios morales y jurídicos que rigen en otros ámbitos sociales, provocando que el deporte quede estigmatizado como una de las pocas esferas donde todavía prevalece la superior consideración del hombre sobre la mujer. Prueba de ello es la amarga queja de Fátima Gálvez, deportista de tiro olímpico quien este fin de semana quedó fuera de la final general en el Gran Premio Costa del Sol. La acreditada deportista -doble diploma olímpico con España en Londres 2012 y Río de Janeiro 2016- quedó apartada de la competición masculina a pesar de que, según el puntaje obtenido, había quedado en segunda posición en la fase de clasificación.

Más allá de los detalles del caso mencionado, las mujeres, en general, perciben premios económicos de menor entidad, como también padecen de una precaria aparición en los medios de comunicación, lo cual genera un efecto de "pez que se muerde la cola": seguirá existiendo poca afición al deporte femenino si no hay visibilidad mediática, pero los medios de comunicación no fijarán su atención en el deporte femenino si no hay aficionados. Afortunadamente, de manera progresiva las mujeres se han ganado un mayor grado de visibilidad y respeto en el deporte, aunque obviamente todavía falta mucho trecho por recorrer para lograr la igualdad.

Pero hay otra situación de discriminación de las mujeres en el deporte que es menos conocida, pero no por ello menos lacerante, la que afecta a los cargos de poder, los cuales son todavía ocupados mayoritariamente por hombres.  Y es que este es otro problema de la mujer en el deporte, su escaso papel en las federaciones, en los clubs o en el estamento arbitral. En este ámbito, todavía persiste el prejuicio de que no es el lugar que les corresponde naturalmente. Las estadísticas al respecto son significativas: mientras que hay cuatro hombres por cada mujer que practica deporte, en los puestos de poder la relación es casi de 2 a 10 a favor de aquellos. Y mientras sea esa la situación, la representación de los intereses de la mujer será escasa, como también persistirá la interpretación y aplicación sesgada de las normas deportivas en su perjuicio. ¿Qué habría ocurrido si en lugar de hombres, los jueces que relegaron a Fátima hubieran sido mujeres?