ANÁLISIS
BMP y Barcelona, sonrisas y lágrimas
Jordi Alberich
Economista
Jordi Alberich
Durante unos dias, Barcelona Meeting Point (BMP) se convertirá en referencia obligada del mundo inmobiliario. Promotores, consultores, fondos de inversión y banca tradicional se encontrarán en un clima optimista pues, pese a las turbulencias, la actividad inmobiliaria sigue mostrando un gran empuje, especialmente en Barcelona. Una especie de mundo aparte que se contradice con una ciudad que vive con enorme preocupación el acceso a la vivienda.
El entusiasmo que se vivirá en BMP vendrá del promotor pero, especialmente, de los fondos, que canalizan la enorme liquidez global, a tipos de interés poco más que simbólicos, hacia unos determinados mercados, como Barcelona. Ciudades que les ofrecen una buena rentabilidad y una expectativa de revalorización de sus activos. Esa euforia convive con el desánimo de una ciudadanía a la que le resulta imposible acceder, vía compra o alquiler, a muchos barrios que, hasta fechas recientes, eran habitados por unas clases medias que se sienten expulsadas de su habitat natural. ¿Qué hay detrás de esta 'expulsión'? ¿Estamos ante una nueva burbuja que acabará por explotar, o hay dinámicas que han venido para quedarse?
Aún no hemos vivido la personalidad bipolar de los fondos: a episodios de eurofira segurian episodios de tristeza
El mejor indicador para determinar si existe una burbuja es la relación entre precio de la vivienda y capacidad adquisitiva de la ciudadanía. En el caso de Barcelona, dicho criterio señala la existencia de un notable calentamiento de precios pues, con los niveles salariales actuales, el acceso a la vivienda exige un sobreesfuerzo que no resulta sostenible. La demanda local no puede soportar los precios actuales.
Sin embargo, no podemos olvidar que la globalización es una realidad y, hoy, la demanda en Barcelona no es solo local. En las nuevas promociones, especialmente en las zonas mas privilegiadas, el porcentaje de comprador extranjero es muy notable. De la misma manera, los llamados apartamentos turisticos reducen la oferta para el ciudadano barcelonés. Dos dinámicas que, sujetas a vaivenes, permanecerán en una ciudad como Barcelona.
Pero el gran factor que alimenta el alza de precios, es la llegada masiva de fondos. Sus efectos, a corto plazo, resultan estimulantes pero, a medio, rompen lo que eran los equilibrios tradicionales, tanto por su extraordinaria dimensión como por sus exigencias de rentabilidad, dos características cuyas consecuencias ya nos han alcanzado. Pero aún no vivimos otra de sus características, su personalidad bipolar. Es decir, a episodios de euforia (invertir en Barcelona) pueden suceder episodios de tristeza (salir de Barcelona). Antes o después, llegarán. Más que nunca, necesitamos política. La solución no es ni sencilla ni inmediata pero, inevitablemente, pasa por la actuación directa en la promoción y gestión de un parque público de vivienda, lo cual puede ser compatible con un marco regulatorio que facilite canalizar parte de esos fondos a vivienda social. Si la política no lidera la oferta de vivienda asequible, las lágrimas seguirán y veremos lo que duran las sonrisas.
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