Esa ética...

Esa ética lejana. Esa que nos permite discernir sin ningún género de duda y de forma inmediata el bien y el mal. La que nos impulsa a clamar contra los que asesinan, agreden y humillan a millones de personas, a los que permiten que las hambrunas cercenen el futuro de tantos, a los que utilizan la violación como arma de guerra, a los que se enriquecen con la trata de personas, también de niños. Esa ética que nos impulsa a exclamarnos ante el brutal asesinato en un consulado de Turquía de un periodista saudí opositor al régimen. También a indignarnos por esas bombas que caen del cielo de Yemen con la etiqueta 'Made in Spain' vía Arabia Saudí. 'Made in Spain'

Los problemas llegan cuando esa ética interpela nuestros propios intereses. Cuando se pone en un plato de la balanza a 6.000 personas que esperan trabajar en la construcción de cinco corbetas para Arabia Saudí y, en el otro plato, a las víctimas inocentes del Yemen. Cuando abres tu armario y quizá no encuentras ni una sola prenda que haya sido fabricada en condiciones laborales dignas. Satisfacemos nuestras necesidades provocando sufrimiento ajeno. Y es tan ajeno, tan distante, que incluso nos cuesta delatar nuestras contradicciones. El problema va mucho más allá de debatir sobre los tratos comerciales con Arabia Saudí, que debe hacerse. Va de acercar la economía a la ética. En esa distancia se nos va la igualdad, el bienestar, la cohesión social y hasta los valores democráticos.