Debate sobre la destrucción de una obra en la subasta de Sotheby's

Banksy, atrapado en la paradoja

El sistema, el mercado del arte en este caso, no solo es inmune a presuntos ataques como el del artista, sino que es capaz de beneficiarse de ellos sin complejos

banksy

banksy / periodico

Marçal Sintes

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Un rudimentario motorcillo alimentado por unas pilas comenzó a zumbar de forma imperceptible para los presentes. Un instante después, el lienzo 'Girl with balloon' ('Niña con globo'), de Banksy, comenzaba a deslizarse hacia abajo y salía hecho tiras del marco barroco donde se escondía una rudimentaria trituradora. Todo ello durante una subasta en Sotheby's, en Londres, el viernes 5 de octubre.

Hace mucho que Banksy sorprende con sus obras murales, la mayoría críticas con lo que podríamos llamar 'el sistema' o el actual estado de las cosas. Confieso que me gusta Banksy por cómo utiliza la sátira y por su creatividad. Y también por la estética que le es propia, sencilla, limpia, contundente. No tanto por lo que critica. Sus flechas suelen apuntar a cuestiones obvias o, si no, que forman parte de la agenda de la izquierda alternativa o antisistema. Pero está bien que alguien de su talento nos llame la atención sobre algunos de los grandes problemas e injusticias de nuestro mundo.

Obsesión por el anonimato

Que Banksy haya hecho lo imposible para mantener su identidad en secreto no es irrelevante. Al contrario, el misterio sobre el artista urbano más famoso del planeta forma parte de su obra y contribuye a completarla. Aparentemente, Banksy nació en Bristol y tiene unos 43 años. Su identidad, su nombre y apellidos, ha sido objeto de diversas investigaciones y existe alguna hipótesis más o menos sólida sobre la cuestión. Otro elemento a retener, vinculado al anterior: la obsesión por el anonimato le ha obligado a auténticas proezas logísticas para conseguir que sus obras aparecieran en el espacio urbano -por ejemplo, en Londres- de forma rapidísima y sorprendente -casi mágica-, a menudo aprovechando la noche. Bravo.

El 5 de octubre la obra se había adjudicado por 1,18 millones de euros. Poco después comenzó a autodestruirse. Hay quien apunta que Banksy, el cliente y la sala se habían confabulado. También que él estaba en Sotheby's, activó personalmente la trituradora con un mando a distancia y grabó con su móvil lo que estaba pasando por asegurarse su difusión. Tanto da.

Una vez medio hecho añicos, el lienzo 'Niña con globo' se ha encarecido y ha estrenado nombre: 'Amor en el cubo de la basura'

Lo que considero más de interés, aquí, es el porqué y, más allá de eso, el sentido que puede desprenderse de esta -si lo podemos llamar así- 'performance'.

Una primera aproximación, la que el propio artista avala, consiste en enfocarlo como una protesta, como una acción contra la comercialización del arte, contra el arte convertido en mercancía y, de rebote, en objeto de especulación, de especulación frecuentemente obscena. Encaja con la ideología 'banksiana'. Sería, 'Niña con globos', un artefacto concebido como una bomba activada a distancia. Aparte de esto, son muchos los artistas que han producido obras efímeras o que las han destruido. La broma de Banksy tampoco me parece que tenga mucho que ver ni con el surrealismo, ni con el dadaísmo, ni con el 'live art'. Es más sencillo.

Pero lo que pasó en Sotheby's invita a otras reflexiones. Una de ellas lleva a constatar la pared con la que ya hace bastantes años topó el arte contemporáneo. Hace mucho que el arte -con pocas excepciones- no es capaz de salir de su callejón sin salida, de su desierto de ideas. La trituración de 'Niña con globo' o los tiburones en formol de Hirst serían, desde esta perspectiva, la enésima confirmación del bloqueo o, para algunos, de que la creación artística ha llegado a su estación final.

Una vez medio hecho añicos'Niña con globo' se encareció notablemente. El mercado, el sistema al que pretende enfrentarse Banksy no solo digirió perfectamente la travesura subversiva, sino que, en una pirueta, volvió a especular con la obra con la que acababa de especular. 'Voilà'. Esto invita a otra constatación: el mercado -el mercado del arte en este caso- no solo es inmune a presuntos ataques como el de Banksy, sino que es capaz de beneficiarse de ellos sin complejos, de dar la vuelta al calcetín sin despeinarse. Banksy y la trituradora no hieren el monstruo -la sociedad del espectáculo, acotaría aquí el situacionista Guy Debord-, sino que a lo sumo le arrancan una sonrisa de suficiencia, mientras lo convierten en un poco más poderoso.

¿Es arte que una trituradora trague por sorpresa una pintura? Los posmodernos repiten que la sorpresa, la 'experiencia' vivida en Sotheby's es arte. La sorpresa y la experiencia. Y -que no falte- la transgresión. 'Art on art'. Desde mi punto de vista, todo es muy poquita cosa. ¡Ah! Ahora el cuadro medio hecho trizas, amén de ser más caro, ha estrenado nombre. Se llama 'Love in the bin' ('Amor en el cubo de la basura').