El deseo de conexión telúrica

Cinco maneras de comunicarse con el más allá

El descenso físico al inframundo ha sido descrito de manera muy realista en todas las tradiciones culturales

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Estrella Montolío

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La necesidad imperiosa de comunicarnos es tan esencial para los humanos que, desde la más remota antigüedad, hemos sentido la pulsión irresistible de seguir en contacto con los que se han ido, traspasando las fronteras del más allá. Este deseo humano de conexión telúrica ha revestido formas comunicativas diversas, como, por ejemplo, mensajes funerarios, conversaciones con aparecidos, sacrificios sangrientos para dar voz a los muertos, el descenso físico al inframundo y la violencia del discurso de la posesión y el exorcismo.

Esta reflexión viene al hilo de una conversación fascinante que mantuve en mi sección 'Todo es lenguaje', dentro del programa 'Gente despierta' de RNE, con la profesora e investigadora Alejandra Guzmán, experta en el mundo antiguo y autora del excelente libro 'Fantasmas, apariciones y regresados del más allá'. Comparto aquí parte de aquel interesante diálogo.

La lógica de las quimeras

En la esencia de nuestra naturaleza humana reside la tentación invencible de comunicarnos con los no vivos, de seguir conversando con nuestros seres queridos ausentes. Siguiendo la lógica de las quimeras, damos por supuesto que los muertos, desde su dimensión etérea infernal o celestial, no solo conservan intacta la posibilidad de comunicarse con nosotros, sino que desde su estado 'post mortem', conocen el futuro y tienen un mensaje que entregarnos desde el más allá que resolverá nuestros problemas de vivos.

La comunicación con el más allá es un auténtico motor creativo en todas las disciplinas humanas que ha generado buena parte de las obras maestras de la historia del arte; es un tema presente en todas las culturas, de todas las latitudes y de todos los tiempos. Nuestra experta nos habló de cinco de las maneras más habituales de comunicarnos con el más allá utilizadas a lo largo de nuestra historia humana.

1. Las inscripciones lapidarias que vemos en las tumbas constituyen mensajes verbales filosóficos supuestamente dictados por los muertos y que apelan a los vivos, haciendo útil para la vida la sabia experiencia de la muerte. Por ejemplo, el poeta latino Catulo nos dice desde su tumba: “La noche es para siempre y el sueño es eterno”.

2. Algunos difuntos se aparecen a los vivos –a menudo en sueños- con un mensaje urgente que no pudieron dar en vida. Otros, muertos de forma violenta, regresan como espíritus vengativos para martirizar física y verbalmente al culpable. Los aparecidos más inquietantes son los silentes, cuya presencia muda resulta un enigma de incomunicación.

3. Un ritual recurrente de la comunicación sobrenatural es el sacrificio sangriento de una víctima inocente. Las palabras de invocación llaman a los muertos para que acudan a beber la sangre derramada en el sacrificio. Cuando han saciado su sed de líquido vital, entonces las almas adquieren la capacidad de hablar elocuentemente y con clarividencia.

4. El descenso físico al inframundo ha sido descrito de manera muy realista en todas las tradiciones culturales desde la Antigüedad. Al viajero telúrico, siempre guiado por la sombra hablante de un sabio, suele protegerle su amor puro por la amada muerta prematuramente. En casi toda la geografía mediterránea aún hoy pueden visitarse lugares tradicionales de acceso a la boca del infierno, denominados 'Cueva del demonio' o 'Gruta de las almas', donde, según el mito, es posible descender y comunicarse con los difuntos. Piensen en los ejércitos de muertos que surgen de las entrañas de la tierra para decidir batallas de los vivos en 'El señor de los anillos' o 'Juego de tronos': siguen el patrón del ejército de las sombras que antes fueron heroicos guerreros, que ya fue descrito por Heródoto tras la batalla de Maratón.

5. Desde la antigüedad pagana existen testimonios de posesiones de espíritus de difuntos que se introducen en cuerpos escogidos, apoderándose de la voz y la voluntad de los vivos para transmitir sus mensajes macabros. Las técnicas y fórmulas verbales del exorcismo, de la expulsión del intruso maligno, son básicamente las mismas desde la antigüedad. Primero, hay que conocer la identidad del espíritu y saber qué quiere, para después amenazarlo de manera muy contundente para que abandone el cuerpo inocente, mediante la imprecación a gritos y diversas fórmulas rituales de expulsión de gran violencia verbal.

Ya ven: somos seres tan intrínsecamente comunicativos que incluso necesitamos contactar con quienes no habitan ya nuestro universo terrenal.