Pequeño observatorio

La vida bulle en la Rambla

Antes, sentado en una silla, se veía pasar a la gente por la Rambla. Ahora se ve pasar un gentío

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Josep Maria Espinàs

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Hace unos días vi la Rambla de Barcelona. Digo "ver" porque no voy pasear, solo voy a atravesarla, acompañado por mi editora y un notable gentío. Yo conocía bastante bien la Rambla. De aquel tiempo en que, sentado en una silla, se veía pasar a la gente. Ahora se ve pasar un gentío. Es decir, una compactada masa de personas. ¡Qué éxito, el de la Rambla!

En otros tiempos, había poblaciones en que los domingos, o en otros días de fiesta, había gente que salía a pasear, todos vestidos de domingo, y los vecinos se saludaban, y así comenzaba, a menudo, un inicio de cortejo. "Ya he visto que Miquel te miraba mucho", decía una mujer que quería casar a su hija.

Parece que, en principio, una rambla era el nombre que se daba a una riera, al agua que se abría paso en un terreno que podía llegar al mar. Evidentemente nadie piensa en el agua cuando pasea por la Rambla de Barcelona sino más bien se detiene para beber, a menudo, algún líquido más estimulante. La Rambla es un espacio de fiesta y pienso que nadie, hoy, ningún barcelonés comunica que se va a "ramblear".

Se rambleaba en aquel tiempo en que quienes rambleaban lo hacían para encontrarse y saludar a otros paseadores conocidos. La Rambla de Barcelona había sido un arroyo importante, y se puede decir que todavía lo es, pero aquí no hay las temibles riadas rurales.

Y con gran sorpresa leí hace pocos días esta noticia: "Amics de la Rambla ha revelado los 'ramblistas de honor' de este año: "Espinàs por sus aportaciones culturales como escritor y periodista, la fotógrafa Colita, retratista, y el teatro Poliorama de la Rambla".

Todavía hay barceloneses, supongo, que se dedican un rato a ramblear. Es decir, a la inmersión en un espacio de características fuera de lo corriente. Yo recomendaría a todo el mundo que si ha bajado por la Rambla no se desvíe: que suba también. Verá dos mundos.