Argumentos opuestos

Borrell 2-Maragall 0

El 'conseller' d'Exteriors ha reconocido que la independencia adolece de razones económicas reales y que es un deseo puramente identitario

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Joaquim Coll

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En el último programa humorístico de 'Polònia' hay un 'sketch' en el que aparecen reunidos Quim Torra y el 'conseller' Ernest Maragall, mientras la portavoz del Govern, Elsa Artadi, se encarga del marcador que cuenta, por un lado, los éxitos del ministro Josep Borrell (2) y, por otro, el apoyo que ha recibido en la última semana la causa independentista en Europa (0).

Si a principios de octubre el responsable español de Exteriores vetó la presencia del 'president' en el foro de la Unión por el Mediterráneo para evitar que se "vilipendiase a España", ahora ha marcado una estricta línea roja ante algunas injerencias extranjeras. No solo ha logrado la destitución del cónsul general de Grecia en Barcelona por lucir símbolos separatistas, sino que ha suprimido de forma indefinida el estatus diplomático del delegado de Flandes en la embajada de Bélgica en España. Como el Gobierno federal belga se ha situado al margen del conflicto, la crisis se ha circunscrito a la actitud de los nacionalistas flamencos, los únicos apoyos sólidos que tiene el separatismo en la UE. La firmeza de Borrell hace añicos la disparatada acusación de la derecha contra Pedro Sánchez de ser "cómplice de los separatistas".

Paralelamente, la conferencia de Torra en Ginebra para solicitar una mediación internacional evidenció su aislamiento que, pocas horas después, se transformó en flagrante incoherencia. En el programa de la BBC 'Hard talk', Maragall declaró que si el independentismo no consigue "superar el apoyo del 50%, como mínimo, de la sociedad catalana, no tendremos el derecho a reclamar apoyo internacional". Un torpedo contra la línea de argumentación del 'president'. El reconocimiento de que no existe ningún "mandato democrático" y, por tanto, que la mediación solicitada por Torra carece de legitimidad. Ante el mismo periodista, Stephen Sackur, Raül Romeva había defendido tiempo atrás todos los argumentos separatistas, saliendo trasquilado. Maragall evitó el ridículo, pero tuvo que reconocer que la independencia adolece de razones económicas reales y que es un deseo puramente identitario. Tomen nota.