ANÁLISIS

Banca sin crédito

Una buena manera de que la banca empieza a recuperarse de su mala fama es que admita sus errores, devuelva el dinero a los clientes y no alargue la agonía en los juzgados

clausulas abusivas en sus hipotecas

clausulas abusivas en sus hipotecas / periodico

Olga Grau

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Los bancos han cobrado de más a sus clientes durante años con total impunidad. No es una opinión personal, es una certeza que se deriva de los distintos fallos judiciales que uno tras otro han ido cayendo como un mazazo sobre el sector financiero desde que la crisis arreció en España. 

El ejemplo más reciente es la sentencia que acabamos de conocer del Tribunal Supremo que señala que el impuesto de actos jurídicos documentados que acompaña a una hipoteca, y que supone entre el 1% y el 2% del valor de la operación, debe pagarlo el banco y no el cliente. Pero hay otros previos como el reciente informe de la Comisión Europea alertando de la dudosa legalidad del índice IRPH de las hipotecas, algo sobre lo que se pronunciará de un momento a otro el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE). Por no mencionar el fallo quizás más trascendente de la justicia europea en este ámbito: la nulidad de las cláusulas suelo con efectos retroactivos avalada por sentencias posteriores del Tribunal Supremo.

La cascada de sentencias judiciales en contra de las prácticas de los bancos españoles en la comercialización del producto estrella del ahorrador en España debería sacarle los colores no solo a las entidades, sino también a las diferentes administraciones que deben velar por los derechos de los consumidores. La compra de un piso ha sido la fórmula que las familias han utilizado para garantizarse un techo bajo el que vivir, pero también para canalizar el ahorro de su vida de cara a la jubilación.

Cada vez que se produce una sentencia en contra de los bancos, surge el debate sobre quién puede reclamar que le devuelvan lo cobrado de más. El debate es perverso porque una vez un juez determina que un producto es abusivo o que se cobró de más a un cliente, resulta difícil discriminar.

En este contexto, los bancos se atrincheran para evitar pagar con efectos retroactivos. Y si bien es cierto que están en su derecho porque la justicia es muy garantista en España, y se apura al máximo la posibilidad de litigar, la situación ha derivado en el colapso de los juzgados, que están desbordados con demandas de clientes estafados con productos financieros. 

La banca argumenta, y en esto tiene razón, que atraviesa un momento muy delicado tras una larga crisis que ha situado a los tipos de interés en negativo y que ha mermado sus márgenes. Además, el sector se enfrenta a una disrupción tecnológica sin precedentes con la competencia de las fintech y de las grandes plataformas como Amazon que ya financian a los proveedores. 

Pero si algo todavía pasa factura a la banca por encima de todo es su mala reputación por los excesos que se cometieron durante la crisis. La única manera de que el sector financiero, que es absolutamente necesario para la economía, recupere su crédito es que reconozca sus errores y haga propósito de enmienda. Una buena manera sería que los bancos admitan que se han excedido en cargar todo el coste en el cliente para engordar el beneficio en su cuenta de resultados y no alargar más la batalla en los juzgados.