Perfil político

Charlatán con un destino

Pablo Casado me da miedo; cada vez que el nuevo líder del PP habla en público, se posiciona más a la derecha de la derecha de su partido

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Jordi Puntí

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Lo diré en cinco palabras (en siete, según García Albiol): Pablo Casado me da miedo. Cada vez que el nuevo líder del PP habla en público, se posiciona más a la derecha de la derecha de su partido. Sin manías, torero, torero. Lo mismo puede glorificar una idea imperial de España -"la hispanidad es el hito más importante del hombre"- como comparar las cárceles catalanas con las del narcotráfico. Si algo tiene Casado es que no disimula: uno por uno se ha apropiado de los espejismos demagógicos de Albert Rivera y Ciudadanos -y ya veremos cuando quiera atraer a los votantes de Vox-. Así, retoma viejas afirmaciones gastadas, como lo de la lengua castellana amenazada por el catalán o la 'kale borroka' trasplantada en Catalunya o lo de tachar a Podemos de "izquierda radical".

Hace unos días 'The New York Times' analizaba si Donald Trump utiliza técnicas fascistas para imponerse, y la respuesta era obvia. Jason Stanley, profesor de Yale, lo resumía en tres ideas básicas: divulgar la fe en un pasado mítico del país, sembrar la división en la sociedad y, finalmente, atacar la realidad a través de la propaganda, si es necesario con teorías de conspiración. Ahora mismo esta es la vía de Trump, Orban, Erdogan o Duterte, y salta a la vista que Casado tiene el mapa.

Casado también me hace pensar en un librito que triunfó en los años 90: 'On bullshit', del filósofo Harry G. Frankfurt. El sentido de esta palabra, 'bullshit', es difícil de traducir. La edición española se llamó 'Sobre la charlatanería'. Frankfurt escribe que el discurso 'bullshit' quiere convencer a la gente a cualquier precio, sirviéndose de una posición pública, y va más allá de la mentira porque, en el fondo, la verdad le resulta indiferente. En su reflexión resuenan esas palabras de Hannah Arendt en 'Los orígenes del totalitarismo': "Lo que convence a las masas no son los hechos, ni siquiera los hechos inventados, sino tan solo la coherencia del sistema del que son presumiblemente parte". Viendo el panorama, quizá es hora de que el librito de Frankfurt se reedite y circule de nuevo.