Análisis

Maragall siempre gana

El efecto Valls parece tener un atractivo limitado, según una encuesta de GESOP sobre las municipales, y lo que se demuestra eficaz es poner a un Maragall en la lista como ratifica que ERC supere a Colau

El 'conseller' de Acción Exterior, Relaciones Institucionales y Transparencia, Ernest Maragall.

El 'conseller' de Acción Exterior, Relaciones Institucionales y Transparencia, Ernest Maragall. / QUIQUE GARCIA

Jordi Mercader

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La primera, en la frente. El efecto Valls parece tener un atractivo limitado para los barceloneses; sin saber cuál será la plataforma con la que va a concurrir a las elecciones municipales, le aportaría a Ciutadans casi lo mismo que el gobierno de Pedro Sánchez al PSC. Lo que se demuestra eficaz es poner a un Maragall en la lista, aunque el éxito de ERC implique la ruina de sus socios del PDECat, todavía en la duda sobre el candidato final. Y lo que está claro es que la alcaldía no le sienta bien a Ada Colau, que después de cuatro años no podría repetir ni siquiera resultados, de confirmarse esta proyección de la encuesta del instituto GESOP. Todo está muy verde y algo lejos; quedan algunas incógnitas por despejar, la más significativa, saber si el universo Puigdemont llegará tan lejos en su conflicto con ERC como para obstaculizar con una candidatura legitimista la victoria de los republicanos a los puntos. 

El consistorio seguiría fragmentado entre fuerzas muy igualadas, como ahora pero con papeles cambiados, de gobernación compleja, salvo por la izquierda. El independentismo no sumaría la mayoría absoluta ni con la CUP y Valls de ninguna manera, a menos que en los próximos meses consiga capitalizar toda la pérdida del PP, estrellado por debajo del 5%, y restarle a sus viejos conocidos del PSC el plus Sánchez que mantiene a Jaume Collboni vivo.

Los resultados de esta encuesta, tal vez influidos por el momentum patriótico de su elaboración, en plena efemérides del 1-O, vendrán a alimentar la peor de las pesadillas del independentismo de derechas y también del más intransigente, el iluminado por la lucecita de Waterloo. El tripartito de progreso se estrenó y se graduó en el Ayuntamiento de Barcelona, antes de reproducirse en el Govern de la Generalitat en su modalidad dragón khan, unos gobiernos relativamente estables y razonablemente cumplidores comparados con los últimos gobiernos sustentados por JxS, JxCat, ERC y la CUP.

Los propagandistas más entusiastas del nuevo acuerdo de la izquierda catalana han sido hasta ahora los comunes, con Ada Colau al frente. Este runrún abiertamente aceptado por ERC en relación a los comunes y con mucha más resistencia respecto del PSC (remiso, por su parte, a dar por bueno el rumor) es ensordecedor. El cálculo inicial era moderadamente optimista: la alcaldesa repetiría su exigua victoria de hace cuatro años y fortalecería su gobierno con un pacto estable con ERC y PSC para ahorrarse las angustias y los disgustos de este mandato. Esto abriría las puertas a un eventual acuerdo en el Parlament para más adelante, con un presidente de ERC. El escenario virtual dibujado por esta encuesta confirmaría la validez de la hipótesis general pero no la correlación interna de fuerzas.

De confirmarse estos resultados en las urnas, con Ernest Maragall como alcalde, ¿seguiría siendo válida la fórmula para los tres partidos supuestamente implicados?  Para el ganador a los puntos, todo lo que fuere sustentar su alcaldía en una mayoría absoluta tendría interés. El PSC hace ya algunos años ha asumido su nuevo papel en la política barcelonesa (y catalana) y siempre se declara predispuesto al pacto, a la espera de tiempos mejores. Y Ada Colau, ¿soportaría el golpe?