¿Tú también, Johnny?

John Lydon, en el festival Sziget, en el 2008.

John Lydon, en el festival Sziget, en el 2008. / periodico

Ramón de España

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¡Qué tiempos aquellos en los que Donald Trump solo contaba con el apoyo de Ted Nugent, rockero hirsuto y garrulo y orgulloso miembro de la Asociación Nacional del Rifle! Ahora, como ya sabemos, tiene comiendo de su mano al lumbreras de Kanye West, que se acaba de superar a sí mismo visitando a Yoweri Museveniel tiranuelo de Uganda, país que ilegalizó la homosexualidad en el 2014 y prohibió el 'hoodie' (sudadera con capucha y prenda fundamental en el vestuario del ahora llamado Ye) este mismo año. Como Ted Nugent y Ye me la pelan, yo hasta ahora aún respiraba tranquilo, pero el último fan de Trump me ha dejado estupefacto: nada menos que John Lydon, o Johnny Rotten, como se hacía llamar a finales de los 70 el líder de los Sex Pistols. Vamos a ver, que un cazurro como Nugent y un iluminado majareta como Kanye se declaren admiradores de The Donald, vale, pero que lo haga uno de los tipos que más me alegró la vida en mi juventud me lo tomo como una afrenta personal.

Se han publicado unas fotos del señor Lydon asomado a la ventana de un hotel, fumando un cigarrillo y luciendo una camiseta con la leyenda 'Make America great again', que fue el eslogan de Trump en las últimas elecciones. Al principio pensé que se trataba de un bromazo punk, como si Albert Pla se retratara embutido en una camiseta con la cara de Santiago Abascal en el pecho, pero no, la cosa iba en serio: ¡Johnny Rotten es fan de Trump! Aunque la cosa no empezó con muy buen pie. El señor Lydon conoció al magnate en una fiesta y esté le pegó un chorreo por pisotearle el vestido inadvertidamente a su esposa, Melania. Recordando que fue Johnny Rotten, Lydon le dijo a Trump que no era culpa suya si a las mujeres les da por ir arrastrando diez metros de tela por el suelo. Pero parece que la conversación acabó llevando a la amistad.

Es lo que le faltaba al héroe del punk rock: una idea que podría haber salido de la mente perversa de su difunto mánager, Malcolm McLaren, y que encaja bastante bien con sus últimos e irrelevantes años como músico y con esa pinta que se le ha puesto de Tintín con sobrepeso. No le ha faltado ni el detalle de meterse con los medios de comunicación que intentan amargarle la vida a su ídolo. Esto a mí no se me hace, Johnny, que tenemos la misma edad.