IDEAS

¿Intervenir la SGAE?

El músico y escritor Sabino Méndez.

El músico y escritor Sabino Méndez. / periodico

Ramón de España

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Me llama mi viejo amigo Sabino Méndez para preguntarme si le puede pasar mi número de móvil a Loquillo, que me quiere comentar no sé qué. Le digo que por supuesto y, como nos vemos de uvas a peras, mantenemos una breve conversación telefónica en la que acabamos hablando de la SGAE. Sabino pasó hace años por la cúpula de la entidad de recaudación de derechos, que no pasaba por sus mejores momentos tras los problemas con la ley del anterior presidente, Teddy Bautista, y trató de poner un poco de orden y de decencia en aquel patio de Monipodio en que se había convertido la asociación. Para empezar, se bajó el sueldo a la mitad porque los más de 8000 euros que se cobraban en su cargo le parecían escandalosos. Luego se tiró unos años tratando de moralizar un poco la SGAE, hasta que se le acabó la paciencia y volvió a la vida civil (aunque mantiene un ojo sobre el asunto porque una parte importante de sus ingresos procede de las canciones que escribió para Los Trogloditas y su amigo José María Sanz, en arte Loquillo).

 Tras comentar el cuajo extraordinario de Teddy Bautista -que se presenta a las inminentes elecciones de la SGAE pendiente de un juicio en el que se expone a una condena de siete años de cárcel y con una energía digna del Tete Maragall-, la ineptitud bienintencionada de Antón Reixa y la sucinta biografía artística de José Miguel Fernández Sastrón (actual presidente de la organización), que incluye la sintonía de 'Acompáñame', un viejo programa televisivo de Isabel Gemio (a ver, canten conmigo: "Acompáñame, que tu amor es mi canción…"), Sabino me dice que lo mejor que puede pasarle a la SGAE es que sea intervenida por el gobierno, una idea que, no es por hacerme el listo, ya se me había pasado por la cabeza.

Es evidente que ahí hay que poner orden, un orden que debía llegar tras el cese de Teddy Bautista y que nunca ha acabado de materializarse. No puede ser que se envíen inspectores a los bares para sangrarlos por la música que suena y que luego la SGAE sea una casa de tócame roque en la que no se sabe muy bien qué pasa con los monises ni quién se llena los bolsillos por la patilla. En una época en la que la gente roba impunemente las creaciones ajenas y le parece progresista, la SGAE debería ser un club moralmente ejemplar.