Debate sobre el origen de la vida en la Tierra

¿Somos de cuna extraterrestre?

Platillos volantes y hombrecillos verdes frente a meteoritos y moléculas orgánicas

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Jordi Serrallonga

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Los científicos y científicas somos tan mundanos, infames o extraordinarios como lo puedan ser nuestra actriz favorita o el vecino del cuarto. Ahora bien, es habitual que nos tilden de aguafiestas cuando, invitados a un debate sobre ovnis y alienígenas -el cual acaba en un interrogatorio o juicio sumarísimo-, derivamos hacia el papel de poli malo o fiscal impío. Y así me lo han echado en cara ufólogos, audiencias crédulas, y buenos amigos, al oírme decir que no existen pruebas sobre pistas de aterrizaje para platillos volantes en las líneas de Nazca, ni sobre hombrecillos verdes ávidos por abducir a discreción.

Atractivos universos de película

Cuidado... no vayan a llevarse una impresión equivocada de este primate. Fuera de mi trabajo de campo y laboratorio, me encantan las películas, cómics y novelas de ciencia ficción. Desde el estreno del primer episodio de 'Star wars'soy eso que llaman un friki. Aluciné con Han Solo, Leia y el malvado Tarkin, pero también con Chebawcca –el wookie simiesco– y todo el elenco de criaturas alienígenas que poblaban la cantina de Mos Eisley en Tatooine: la banda de música, los jawa e incluso una mantis religiosa gigante que toma un trago en lo más escondido del bar espacial. Después llegaron desde la insufrible versión de unos "ositos de peluche" –los ewoks– (mis disculpas a sus seguidores) hasta el reptante Jabba el Hutt, o sus centinelas gamorreanos con cara de jabalí.

Quizá no suena tan atractiva como las fantasías de Von Däniken y J.J. Benítez sobre las pirámides levantadas por seres del espacio, pero la ciencia real es tan apasionante o más que la ciencia ficción

En efecto; las criaturas del 'universo Lucas' (ahora en manos de Disney) suelen inspirarse en formas vivas terrícolas. Algo recurrente en el género 'amenazas alienígenas'. No olvidemos a Diana y las legiones lagarto de la serie televisiva 'V'. Mientras que en 'Starship Troopers' (Verhoeven, 1997), la armada terrestre combate a seres inteligentes muy semejantes a los insectos –aunque aumentados– que pululan por nuestros lares. No siempre son animales; también hay lugar para la botánica. John Wyndham, en 'El día de los Trífidos' (1951), describe a unos extraterrestres con aspecto de planta; y en el filme 'La invasión de los ladrones de cuerpos' (Siegel, 1956) son unas esporas las que se desarrollan en vainas capaces de apoderarse de los humanos.

¿Había conseguido hacerles olvidar que soy un científico? Lo siento, he de plantearles lo siguiente: de existir vida extraterrestre, ¿por qué esta habría de ser parecida a cualquiera de las especies que ya conocemos en la Tierra? Mamíferos, reptiles, anfibios, peces, plantas... La evolución biológica terrícola es tan azarosa que sería demasiado casual, por no decir geocéntrico, que la evolución en otros mundos haya desembocado en insectos, cangrejos o humanoides bípedos –con dos ojos y manos prensiles– capaces de viajar en naves espaciales. Artilugios que responden a los mismos parámetros tecnológicos que nos mostró el cine y el cómic fantástico de los años 50 y 60. Una cosa es la ciencia ficción y otra, muy diferente, con sus puntos de encuentro, es la ciencia real.

Entonces, ¿cabe la posibilidad de vida extraterrestre? Sí. Al igual que defendió el astrónomo Carl Sagan en 'Cosmos' (1980), opino que existen seres vivos en otros puntos del universo; incluso podrían comunicarse, algún día, con nosotros. Esa es la idea central no solo de una de la novelas de Sagan, llevada al cine con el mismo título –'Contact'–, sino del proyecto SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre), en el que participan prestigiosas instituciones científicas y miles de colaboradores. Por el momento, sin resultados positivos. Y es que, aunque solo sea un cálculo estadístico, no estamos solos. Como diría Mulder a Scully en 'Expediente X', «la verdad está ahí fuera». 'I want to believe...'

Otro punto de encuentro es una hipótesis que lanzaron investigadores de la talla de Joan Oró. A saber, que el origen de la vida en la Tierra pueda venir de fuera. ¿Una génesis extraterrestre? Sabíamos que somos polvo de estrellas y situamos nuestra cuna en las primeras moléculas orgánicas. El nacimiento de estas moléculas es de naturaleza terrestre (erupciones volcánicas, tormentas eléctricas), pero, desde la formación del planeta, también hemos sido bombardeados por meteoritos portadores de moléculas orgánicas. Por lo tanto, es posible descender de una semilla orgánica extraterrestre que no tuvo figura de bípedo verde, armado con un bláster, sino de molécula orgánica.

Quizá no suena tan atractiva como las fantasías de Von Däniken y J.J. Benítez sobre antiguas pirámides levantadas por seres del espacio, pero la ciencia real es tan o más apasionante que la ciencia ficción.