El cisma secesionista es solo una dura lucha por el poder

Es un contrasentido que JxCat se tragara el 155 para ir a elecciones y ahora pierda la mayoría por desobedecer a Llarena

Quim Torra, 'president' de la Generalitat, y Pere Aragonés, vicepresidente, en el Parlament.

Quim Torra, 'president' de la Generalitat, y Pere Aragonés, vicepresidente, en el Parlament. / periodico

Joan Tapia

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Hace un año que Mariano Rajoy aplicó el 155 y convocó elecciones en Catalunya en el periodo más corto posible (55 días). Entonces el presidente exilado y los partidos secesionistas afirmaron que era algo inaceptable que violaba el autogobierno catalán. Pero a ningún partido, ni al PDECat -que había hecho presidente a Carles Puigdemont- ni a ERC, ni a la CUP se le ocurrió no presentarse a unas elecciones convocadas -según ellos- ilegítimamente. Todos creyeron -con razón- que si no concurrían el Parlament resultante no reflejaría la realidad y que entregarían la Generalitat a sus enemigos.

Entonces se puso entre paréntesis la legitimidad del 155 y se urgió a los electores a votar. El primer partido fue Cs, pero JxCat, ERC y la CUP revalidaron la mayoría absoluta y por eso Quim Torra, un recién llegado a la política que Puigdemont puso en su lista, es hoy el 'president'. Puigdemont no ha vuelto porque está acusado de rebelión por un juez del Supremo y no quiere correr la suerte de Oriol Junqueras. Se puede pensar lo que se quiera de los hechos descritos, pero ningún independentista dice que se equivocaron al ir a las elecciones y no hacer una campaña indignada a favor de la abstención.

Ahora el mismo juez del Supremo ha inhabilitado a los seis diputados acusados de rebelión. Pero Pablo Llarena, cuya instrucción he criticado, ha sido esta vez prudente y ha brindado una fórmula para que las seis inhabilitaciones no alteren la escasa mayoría separatista. El independentismo no la acepta porque dice que es soberano y no está supeditado a la justicia española. Pero ERC y JxCat pactaron otra fórmula para, proclamando la desobediencia, acatar la resolución. Así los dos diputados de ERC (Junqueras y Raül Romeva) podrán seguir votando. Pero a la hora de la verdad JxCat sostiene que la fórmula implica una "oprobiosa" sumisión del Parlament y que prefiere que sus cuatro diputados pierdan el voto, y el independentismo la mayoría, a inclinarse ante el Supremo, un tribunal que tiene a tres de esos diputados en prisión.

El fuero y el huevo

JxCat prioriza así el fuero (la insumisión) al huevo (la mayoría parlamentaria). No se entiende ya que JxCat fue a las elecciones del 155 porque consideró que el huevo (recuperar la  Generalitat) era más relevante que el fuero (la ilegitimidad del 155). Ahora hace todo lo contrario y proclama que se debe plantar cara, incluso con el coste de que la mayoría se esfume. ¿Cree que aceptar la orden de Llarena es una sumisión a España más detestable que tragar el 155 e ir a las elecciones convocadas por Rajoy?

La única explicación es que JxCat vende una moto muy averiada. Lo que realmente está intentando es transmitir que ERC merece menos confianza porque está tentada por la marcha atrás, ganar las elecciones y seguir mandando en la Generalitat. No está en juego ni la independencia, ni la dignidad del Parlament, ni nada similar. Es una hipócrita, pero dura pelea por el control del secesionismo y el poder presupuestario de la Generalitat los próximos años. Ya sea dependiente, independiente o mediopensionista.