ANÁLISIS

Rico, guapo, ídolo...demasiadas tentaciones

Una mujer se hace un selfie ante un anuncio de Cristiano Ronaldo en Milan.

Una mujer se hace un selfie ante un anuncio de Cristiano Ronaldo en Milan. / periodico

Emilio Pérez de Rozas

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Ahora que está la Liga tan vistosa y emocionante, ahora que ni siquiera Leo Messi va a ser reconocido como Balón de Oro o The Best (pese a serlo), ahora que hasta el Real Madrid parece terrenal, pero en mayo volverá a ganar la Champions (o eso dice el anuncio del viejo pastor), ahora que hasta el Bayern de Munich se tambalea, que Neymar empieza a tener envidia de Mbappé y por eso emigrará al Bernabéu, ahora que parece que la selección ha hecho un gran negocio sacándose de encima a Julen Lopetegui, ahora que he visto ese fabuloso ‘meme’ en el que Florentino llama a Rubiales y le pide devolver al técnico “porque aún conservo el ticket de compra”, ahora que hasta Luis Enrique parece simpático, ahora que hasta empezamos a dudar de la capacidad goleadora del fabuloso y batallador Luis Suárez (nadie corre y se sacrifica más que él ¡nadie!), ahora que vivimos deslumbrados por un fabuloso Espanyol, que juega como nadie, sería bueno que, además de hacer broma sobre el fútbol y tratar de no dramatizar las derrotas, las rachas sin meter un gol de los blancos o pensar que el que consiga 85 puntos se saldrá de la tabla, pensásemos que ocurren cosas demasiado graves y serias como para seguir bromeando sobre ellas.

La situación que está viviendo Cristiano Ronaldo es de las más comprometidas que se pueden vivir en esta vida. Y más si transcurren en Estados Unidos. Nada de lo que ocurra en ese sentido debe sorprendernos porque todo arranca de un hecho que, partiendo de la base de todo el mundo es inocente mientras no se demuestre lo contrario (y, en este caso, no se ha demostrado aún), es tremendamente confuso, pero por las dos partes. No debemos olvidar, porque cometeríamos un grave error, la frase pronunciada, en septiembre del 2011, por el propio Cristiano Ronaldo cuando dijo (no sé si se vanaglorió de ello, me temo que sí) que “todo el mundo me tiene envidia porque soy rico, guapo y buen futbolista”.

Todo demasiado complicado

A partir de esas tres realidades, que no supuestos, pues el muchacho es muy rico, muy guapo y muy buen futbolista (no el mejor), arranca toda la historia. Estamos en Las Vegas, que no es el convento de los padres trapenses. La chica sube a la suite de lujo de un hotelazo con un de los mitos del deporte mundial. No sería, no, para tomar nota de su decoración. Firmó y cobró. ¡Ojo! al dato. Y, ahora, no solo se arrepiente, sino que denuncia a CR7, que, como suele ser habitual en él, se siente perseguido y envidiado. Yya le ocurrió con la Hacienda española, tal vez por culpa de los mismos abogados que le recomendaron que firmase el documento de los 375.000 dólares.

Quedan un montón de preguntas en el aire, pero dos serían vitales ¿no? ¿Compró el silencio porque ocurrió algo feo, muy feo, horrible? O pago porque alguien volvió a darle un mal consejo al mito, insinuándole que era mejor hacerlo para que el tema no fuese a mayores. Una cosa parece evidente, CR7 era uno de los dos que sabía lo que había ocurrido y, por tanto, uno de los dos que sabía si había o no que comprar el silencio.

Algo demasiado serio

Insisto, podemos bromear o, incluso, ser despiadados con nuestros comentarios y juicios sobre la divertida actualidad futbolística (no es un drama, no pasa nada, solo es fútbol, una diversión, no saquemos las cosas de quicio), pero cuando el asunto alcanza el grado de peligro que parece rodear, que rodea, el nuevo ‘caso Cristiano Ronaldo’, bien haríamos en pensar que aquellos que se creen invulnerables, casi intocables (y no solo por Hacienda), corren el peligro de convertirse en el peor ejemplo del mundo, pese a su dinero (o por su dinero), su belleza y su popularidad. Es posible, sí, que se hayan escapado de tantas que se piensen que nunca, jamás, serán pillados. Pero hay cosas que ni la mejor vitrina del mundo, ni la mayor cuenta corriente de la tierra, pueden tapar.