La responsablidad en la acción política

Relatos y democracia

Los errores de los 'propios' se tienden desde hace unos años a minimizar con los errores de los 'otros', lo que hace prever una mayor erosión de la vida democrática de nuestras sociedades

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Miquel Seguró

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El Institut d’Estudis Catalans define relatar como "referirse o contar de palabra o por escrito". Cualquier cosa puede ser materia de un relato, y de hecho nuestra biografía no es otra cosa que un relato en gerundio, un despliegue en el tiempo de episodios heterogéneos que ligamos y orientamos hacia un ideal de vida.

'Relato' es también desde hace un tiempo una palabra de primera magnitud política. Somos animales políticos, así que es imprescindible preguntarse por el vector de acción de nuestra dimensión colectiva. Últimamente, además, hemos escuchado decir que existe una disputa por el relato, como si de un punto de inflexión se tratara, como si la obtención de un gran triunfo estuviera en juego.

Microrrelatos de todo tipo

La dinámica democrática de las sociedades occidentales no permite aventurar la preponderancia de una única concreción discursiva sostenida en el tiempo. Es una obviedad estructural, y más en los tiempos actuales, donde se produce una volatilidad contrapuesta de microrrelatos de todo tipo (algunos altamente peligrosos) que hace imposible prever el horizonte a medio plazo para el conjunto de la ciudadanía. En este sentido, el afán por cargar un microrrelato de razones "objetivas" no es tan definitivo para fijar los destinos de la opinión pública. Tampoco debe extrañar, dado que a veces expresan convicciones adyacentes a la experiencia, así que no nos descubren la única cara de la realidad, sino que la determinan. No conforman una determinada perspectiva; sobre todo la confirman.

Un microrrelato "fuerte" confiere una cosmovisión concreta al contexto al que se refiere. Es autorreferenciado y vale para quien lo comparte, por eso no interpela a quien no acepta sus presupuestos. Así que medir la fuerza de los micro-relatos por su capacidad de resistencia o de adhesión puede ser una estrategia política que aglutine u otorgue réditos, pero no es más eficaz para mejorar la vida pública y social del colectivo. Más bien no hay que perder de vista una advertencia del pensador alemán Karl Jaspers: en democracia, una opción colectiva es incompatible con una cosmovisión estrecha y excluyente.

Jaspers, que vivió las dos guerras mundiales, se preguntó por la fuerza arrebatadora de los relatos políticos. Hoy día probablemente nos exhortaría a no confluir reduccionismos e idea de comunidad en una misma senda, haciendo de la realidad colectiva el eco de un solo microrrelato. Abogaría por mantener la política en otra coordenada, descartando el impulso emotivo (por definición subjetivo y altamente volátil) como resorte y fundamento de la acción política.

Por eso nunca debe perderse de vista que si la acción política es la gestión comunitaria de los intereses y bienes primarios sociales, su lenguaje debe ser lo más empático posible. De ahí que en determinadas posiciones de responsabilidad es del todo imprescindible ponderar bien el peso de los microrrelatos y, en cualquier caso, priorizar el afán de servicio público. Si un imperativo tiene la democracia es que hay que gobernar para el demos en todo su espectro. De ahí que la principal tarea de un representante público sea la de promocionar, incentivar y proteger el espacio de interés común más ancho posible, asegurando la viabilidad socioeconómica y cultural necesarias a fin de que cada cual pueda desplegar en mayor o menor medida su proyecto de felicidad, y además hacerlo en convivencia y fraternidad.

La esfera de la responsabilidad política

La analogía con la ética es directa. Una ética pública o de mínimos de una sociedad ideológicamente plural es aquella que se pregunta dinámicamente por el interés general de la ciudadanía. Lo mismo podemos decir del arte de la política, y es tarea de quien se dedica a ella priorizar la esfera de la responsabilidad pública, por rememorar la terminología weberiana. Es aquí donde pone de manifiesto su capacidad de liderazgo, transversal.

Desde hace unos años en Occidente asistimos a un robustamente general de microrrelatos dicotómicos. Posiciones contrapuestas que flanquean un debate político en el que se ha eclipsado la pregunta por la responsabilidad común de los representantes de todos. Los errores de los "propios" se tienden a minimizar con los errores de los "otros". Y parece que la cosa va para largo, lo que hace prever una mayor erosión de la vida democrática de nuestras sociedades. Si vivir en democracia es aprender a convivir en la diversidad, el ideal no parece estar más cerca. ¿O es que acaso no es lo suficientemente elocuente que sea cada vez más excepcional ver como se reconocen las virtudes políticas de un contrincante político? Un síntoma, inequívoco, de que hay que atender más y mejor el metarrelato de la democracia.