IDEAS

Recuperar el orgullo

Vista aérea de Barcelona, sobre la Sagrada Família.

Vista aérea de Barcelona, sobre la Sagrada Família. / periodico

Xavier Bru de Sala

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Hemos perdido el orgullo de ciudad o estamos a punto de perderlo. La identidad barcelonesa se nos deshilacha por falta de ambición y proyecto estimulante. Justo en el momento de mejor imagen internacional, algo se tambalea y se desmorona en el espíritu de la ciudad. Ya no creemos en ella. Ya no confiamos. Ya no nos proporciona seguridades sino incertidumbres.

Ya no creemos en Barcelona. Ya no confiamos en la ciudad. Ya no nos proporciona seguridades sino incertidumbres 

El declive del orgullo de ciudad tiene fecha de inicio. El referéndum del tranvía por la Diagonal, celebrado pocas semanas antes de que el Tribunal Constitucional dictara la sentencia contra el Estatut. El subtexto del referéndum era: "Barceloneses, dejad de soñar en el dragón multicolor de Gaudí, bajad la mirada, sujetaros al metal impuro de las vías". Un cambio de paradigma que pasó inadvertido pero que roe por dentro, no como la carcoma, que se puede combatir porque muestra huecos y serrín sino como las termitas que no dejan ninguna señal de su actividad destructiva hasta que la viga, vacía por dentro, se derrumba. Desde aquel momento, en Barcelona solo se ha hablado de gestión, no de hitos. Barcelona atrae creadores pero se olvida de la propia creatividad.

A lo largo de los últimos dos siglos, Barcelona y Catalunya se han respetado de igual a igual. El tándem ha resistido derrotas, dictaduras y tremendas tensiones políticas. El espíritu exultante, tenaz y luchador de Barcelona la ha llevado a dar la vuelta al sufrimiento como un calcetín mientras Catalunya se revolcaba en las desgracias. Barcelona es entusiasta y prescinde de las heridas, Catalunya se las lame. Barcelona es risueña y enamora, Catalunya, infeliz y llorona. Catalunya siempre ha creído en la magia, Barcelona ha hecho magia. Si deja de hacerla, ambos perderán.

Es imprescindible despertar el barcelonismo. No en contra ni al margen de Catalunya pero sí a partir de la propia idiosincrasia. Llevamos muchos años, demasiados, sin líderes del barcelonismo y Barcelona, sin un alcalde capaz de imaginarse que vuela montado en el dragón.