Las elecciones en Barcelona

Valls y la cuadratura del círculo

El candidato busca el apoyo conjunto del españolismo, los desencantados de Colau y los exconvergentes huérfanos

Ilustración de Monra

Ilustración de Monra / periodico

Oriol Bartomeus

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Manuel Valls compareció en público para anunciar lo que hacía tiempo que se sospechaba. El anuncio de la candidatura de Valls ha definido la oferta entre la que deberá elegir el electorado barcelonés en mayo, y que es significativamente diferente a la de las elecciones del 2015. En estos momentos, solo Ada Colau y Jaume Collboni repiten como cabezas de cartel, ERC estrena candidato, Cs apoyará a Valls, mientras que ni PP ni la CUP han desvelado quiénes encabezarán sus listas.

La incógnita más importante a estas alturas es la de quién será el candidato del PDeCat, o de JxCat. A ocho meses de las elecciones no se sabe quién encabezará la lista ni qué fórmula adoptará esta, si concurrirá bajo las siglas de JxCat o de la nueva Crida Nacional, o de ninguna de ellas.

Ambos fenómenos, el anuncio de Valls y la indefinición del mundo exconvergente, aunque pueda parecer extraño, están estrechamente relacionados. Lo más probable es que si CiU hubiera sobrevivido, Valls no se habría presentado a estas elecciones, o no de la manera que lo ha hecho.

Una apuesta transversal

La propuesta del exprimer ministro francés, que ha comenzado a explicar en foros y tribunas, no es estrictamente la de Ciudadanos. En contra de lo que cabría esperar, y de lo que había mostrado hasta ahora, Valls no se ha presentado como el candidato del españolismo dispuesto a impedir que los independentistas se hagan con 'el cap i casal'. La propuesta de Valls contiene este ingrediente, pero tiene otros: alcalde fuerte, patriotismo barcelonés, ciudad amiga de los negocios, 'make Barcelona great again' y una pizca de maragallismo. La suya es una apuesta transversal, o al menos más transversal de lo que se podía prever.

Si se observa su puesta en escena, se entiende que Valls (o sus asesores) han hecho una buena lectura de los espacios electorales en la ciudad. Así, saben que no pueden ganar solo con el espacio tradicional de Ciudadanos, que suma menos de 70.000 votos barceloneses. Tampoco les es posible, en unas elecciones municipales, generar la dinamo de voto antiindependentista de las dos últimas autonómicas. Y aunque esto fuera posible, el voto independentista es notablemente superior (sí, Cs fue la fuerza más votada en la ciudad el 21-D, pero el voto conjunto de ERC y JxCat lo supera ampliamente).

La propuesta política de Valls es una mezcla de varios ingredientes que, a primera vista pueden parecer contradictorios. Pretende, por un lado, dominar el espacio de la derecha españolista de la ciudad, fagocitando el voto del PP y agrupándolo al voto duro de Ciudadanos. Por otra parte, Valls pretende erigirse en el depositario del voto de Cs en los antiguos territorios del PSC, una parte del cual optó por Colau en el 2015. Este es un voto desencantado con la figura de la alcaldesa, y también se suman los que consideran que Barcelona en Comú (BeC) ha sufrido una deriva independentista los últimos tiempos.

La idea de Valls es reproducir tanto como le sea posible el espacio de apoyo dual que ha exhibido Cs en sus mejores elecciones: voto de la derecha españolista en los barrios más acomodados de la ciudad, más voto de izquierda antiindependentista en los barrios de dominio tradicional del PSC. Esta vez, sin embargo, no tirando tanto del factor identitario como del desencanto con los comunes y la crítica en el estado de la ciudad.

Pero con esto no es suficiente para ganar las elecciones, y Valls lo sabe. La guinda de su pastel electoral es una parte importante del antiguo espacio de voto convergente en la ciudad, que hace tiempo que viene mostrando una evidente orfandad electoral, al compás de las sucesivas transformaciones de la antigua CiU en fuerzas cada vez más situadas en el independentismo más extremo.

Este electorado, ubicado en las inmediaciones de la Diagonal y tradicionalmente encuadrado en la zona más derechista de la antigua CiU, ha quedado huérfano de referente en el último ciclo electoral, y sobre todo a raíz de la última etapa del proceso independentista. Este sentimiento de abandono se ha afianzado con la indefinición del PDeCat a la hora de elegir un candidato para sustituir Xavier Trias. Las tensiones internas entre el sector moderado y la nueva hornada de líderes alineados con las tesis más duras del independentismo han dejado la vía libre al cortejo por parte de otras fuerzas. Y aquí es donde aparece Valls, que se presenta ante este segmento de votantes como uno de los suyos.

La propuesta de Manuel Valls es, en cierto modo, la cuadratura del círculo. Buscar el apoyo conjunto del españolismo, los desencantados de Colau y los exconvergentes huérfanos. Parece imposible, pero es la única opción que tiene para ganar. Ser alcalde, eso ya es otra cosa.