El tablero catalán

Todo dividido por dos

La política catalana se hace desde la doble capitalidad de Lledoners y Waterloo, de Junqueras y Puigdemont, cuyas distintas estrategias marcan la división del independentismo

Quim Torra y Pere Aragonès, en la rueda de prensa conjunta que han ofrecido este viernes.

Quim Torra y Pere Aragonès, en la rueda de prensa conjunta que han ofrecido este viernes. / TONI ALBIR

Jordi Mercader

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La política catalana se está haciendo desde la cárcel, desgraciadamente. Aunque viendo la tendencia a la confusión de los que están en el Parlament y en el Govern casi que es una suerte, sin que ello pueda interpretarse como la aceptación del abuso de la prisión preventiva al que están siendo sometidos los procesados. El caso es que Lledoners es el centro operativo donde se piensa el futuro del independentismo para después del juicio, en clara competencia con Waterloo, residencia del legitimismo, donde se especula todavía con la agitación como solución.

La doble capitalidad del movimiento independentista condiciona el papel del Palau de la Generalitat y el de la Cámara parlamentaria, reconvertidos en receptores de estrategias elaboradas desde la suspicacia y casi siempre contradictorias. De vez en cuando, hay un cruce de cables y entonces se produce un ultimátum imprevisto y la crisis entre las dos grandes familias se exhibe con nitidez.

Lledoners frente a Waterloo

En Lledoners hay un gobierno en la cabeza de Oriol Junqueras que disfruta de cierta fluidez para influir en el día a día de la política y en Waterloo un consejo de la república todavía por crear. Les separa un mundo físico, a pesar de la tecnología y las redes sociales a disposición de todos, y están consolidando una distancia sideral en cuanto a planes de futuro y sintonía personal. Los dos núcleos son generadores de capital político. La cárcel es sede de injusticia y a la vez incubadora de autoridad moral. La supervivencia en libertad en el extranjero facilita la proyección épica de la causa, pero a cuenta de rebajar el sufrimiento personal. Para cuando recuperen su presencia en la vida pública en Catalunya, una eventualidad que puede ser lejana, se podrá comprobar el crédito político atesorado por cada modelo de resistencia.

Esta división de los 'think tank', impuesta por la fuerza de la justicia, se corresponde a una tendencia generalizada en el seno del independentismo, respecto del eje de la moderación/radicalidad, provocada por los diferentes ritmos de digestión del fracaso del pasado otoño y de las causas del mismo. Les aleja también la fe en la negociación de ámbito autonómico, ya iniciada con el Gobierno socialista, como ensayo previo para afrontar un diálogo sobre el fondo del conflicto a medio y largo plazo.  

Hay dos PDECat, el de los partidarios de la Crida Nacional y el de los que quisieran evitar la opa de Puigdemont para poder transitar por el pragmatismo. Hay dos ERC, la de Pere Aragonès, sustentado por  las juventudes del partido, y la de Roger Torrent, entronizado en el Parlament, temeroso de toda desobediencia; aunque la autoridad de Junqueras es indiscutible. Hay dos equipos enfrentados en Presidència, el de Quim Torra y su querencia por la presión de la calle y el de Elsa Artadi, en plena inmersión en el poder establecido en Madrid. De CUP hay más de dos. Las entidades civiles siguen pautas diferenciadas y además pierden protagonismo ante los Comitès de Defensa, que a su vez ganan en autonomía respecto de todos.