ANÁLISIS

La amortización de Torra

Cuatro meses después de su estreno, el 'president' parece amortizado: carece de mayoría, de proyecto y de liderazgo

Torra, en el Parlament, este jueves.

Torra, en el Parlament, este jueves. / periodico

LUIS MAURI

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El presidente de todo gobierno democrático necesita tres pilares en los que sustentar su mandato: mayoría, proyecto y liderazgo. No son infrecuentes las presidencias que solo se apoyan sobre la mayoría (propia o constituida mediante alianzas) y una de las otras dos columnas. El problema de Quim Torra es que no cuenta con ninguna de las tres.

Un año después del 1-O, el bloque independentista presenta grietas estructurales. La CUP impugna de arriba abajo el plan de gobierno del 'president'. La coalición JxCat-ERC está quebrada. JxCatERC  La fractura es cada vez más incapacitante y grotesca. El asombroso proceso de negociación sobre la sustitución de los diputados suspendidos será una nimiedad al lado de lo que puede deparar la relación entre ambas fuerzas a medida que se acerquen a las urnas. La Crida de Carles Puigdemont pierde fuelle. Y en el PDECat las heridas no cesan de supurar.

El pilar de la mayoría está en ruinas. En cuanto al proyecto, en los cuatro meses que lleva en la presidencia, la agenda de Torra no conoce mayores desvelos que la república independiente, las costumbres tradicionales (ratafía, caracoles…) y los festejos de acendrada simbología nacionalista. El martes, en el Parlament, el 'president' llamó plan de gobierno a una lista de conceptos deshilachados que desgranó sin énfasis ni emoción. Una guía telefónica no es un pilar fiable.

El tatuaje del "traidor"

La marca de "traidor"traidor que los CDR le han tatuado a Torra en la frente, su incapacidad para definir un pasillo común entre los socios de su gobierno, su falta de carisma y su autoproclamada condición de subalterno del hombre de Waterloo certifican que el liderazgo no figura entre las virtudes del 'president'. Su ultimátum fantasma a Pedro Sánchez, esfumado en menos de una jornada por el rechazo de ERC y la falta de apoyo en el PDECat, remata este episodio con un baño vitriólico, sangrante.

Cuatro meses después de su estreno, Torra es lo más parecido a un presidente amortizado. Su único sostén es el desinterés de ERC y JxCat por una convocatoria anticipada de elecciones en este momento. Ambas fuerzas, inmersas en una guerra extenuante por la hegemonía nacionalista, preferirían no ir a las urnas antes del juicio a la dirigencia independentista, previsto para enero próximo. El proceso en el Tribunal Supremo será combustible electoral de altísimo rendimiento.

Pelea sorda y antigua

Los efectos emocionales del juicio podrán parchear seguramente algunas grietas del edificio nacionalista. Pero el alivio será fugaz: ERC y JxCat estarán a la vez echando un pulso por las alcaldías en las municipales de mayo, y no es descartable que también por la propia presidencia de la Generalitat en unas autonómicas adelantadas.

En el fondo, nada nuevo en la historia del nacionalismo catalán de los últimos lustros. Bajo el refulgente esmalte épico, una pelea sorda y antigua por el cetro independentista. Una contienda que está en el origen de gran parte de las decisiones que han llevado el conflicto catalán hasta aquí.