La clave
Rehenes de la demagogia
Las idas y venidas de Torra entre el diálogo y el ultimátum ilustran las contradicciones del independentismo, que un dia arenga a las masas y el siguiente viaja en secreto a Madrid
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
El 9 de septiembre, entrevistado en este diario, Quim Torra se declaraba dispuesto a explorar la vía del diálogo con Pedro Sánchez: "Pacto es transacción. Al negociar con Sánchez asumo riesgos, pero tengo un punto de partida. Que el Gobierno español me diga cuál es el suyo." ¿Qué ha cambiado en apenas tres semanas para que el 'president' rechace asumir riesgo alguno y lance un ultimátum a Sánchez, exigiéndole que en un mes abra negociaciones sobre el derecho a la autodeterminación de Catalunya? ¿Por qué pasa de invitar al presidente al Palau de la Generalitat a amenazarlo con forzar su caída? ¿Dónde queda el margen para la transacción cuando un gobierno autonómico exige al Estado una mediación internacional?
Rechazaremos, por pueril, la hipótesis de que el 'president' solo buscase un golpe de efecto en el debate de política general del Parlament para desviar la atención sobre su serio resbalón de la víspera, cuando arengó a los CDR mientras estos cortaban carreteras y horas antes de que intentasen asaltar por la fuerza el Parlament. Otra cuestión es que la estrategia esté consensuada entre los socios del Govern, habida cuenta de que la pasada semana el vicepresidente Pere Aragonès (ERC) obtenía del Estado 1.459 millones de euros Pere Aragonès (ERC) que la Generalitat solo recibirá si Sánchez saca adelante los presupuestos del año próximo.
Con sus idas y venidas, Torra encarna las contradicciones de un bloque independentista resquebrajado y desorientado, que un día lanza soflamas para enardecer a sus huestes y el siguiente viaja en secreto a Madrid para negociar contrapartidas con el Gobierno o explorar salidas para los políticos presos. Un Govern dividido entre quienes quieren gobernar y quienes, rehenes de la demagogia pasada y presente, solo buscan un pretexto para regresar a la gestualidad unilateralista.
DIÁLOGO O 155
Si el PDECat y ERC acatan las consignas de Torra (¿y Carles Puigdemont?), ayudarán a derrocar a un presidente que aboga por una solución política del conflicto catalán y abrirán las puertas de la Moncloa a los abanderados del 155155 y de la ilegalización del independentismo. Ellos sabrán por qué.
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