Dos miradas

'Ni oblit ni perdó'

Cuando la política está impregnada de emoción y las diferencias se imponen a las alianzas, apuntalar la identidad en la sensación de humillación y resentimiento no es el mejor modo de avanzar

Quim Torra

Quim Torra / periodico

Emma Riverola

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El grito del recuerdo del 1-O. El lema no es nuevo. 'Ni olvido ni perdón', dijeron las víctimas de la represión de la dictadura argentina. También de la franquista. O los estudiantes criminalmente reprimidos en el Movimiento de 1968 en México. Se estima que entre 200 y 300 cayeron muertos en la matanza del 2 de octubre en la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolcomatanza del 2 de octubre.

La desproporción entre estos momentos ignominiosos de la historia y el 1-O es evidente. No se trata de hacer un 'ranking' de horrores, pero por muchos documentales, por muchas imágenes expuestas y repetidas hasta la saciedad, la brutalidad de la policía ese día no fue muy distinta de la de los Mossos en el desalojo del 15-M15-M. Por desgracia, la mutilación de un ojo por una pelota de goma tampoco fue un caso aislado. La escasa excepcionalidad no justifica de ningún modo la violencia de las cargas. Al contrario, siempre es necesario sumar críticas a la desmesura policial. Pero caer en una suerte de afectación de la violencia puede catapultar un victimismo tan paralizante como peligroso. El 1-O quedará en la memoria colectiva como una afrenta injustificable. Y no puede ser de otro modo. Pero 'sin olvido ni perdón' nos ancla como sociedad a un agravio. Cuando la política está impregnada de emoción, cuando las diferencias se imponen a las alianzas, apuntalar la identidad en la sensación de humillación y resentimiento no es el mejor modo de avanzar.