Política comunicativa

Revalorizar la ciencia

Los científicos deben fortalecer la comprensión y el aprecio de la población por su trabajo y divulgar los avances en la mejora de la calidad de vida de las personas

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Mariano Marzo

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Estamos viviendo grandes avances en casi todos los campos de la ciencia, algo que sin duda conduce a una mejor comprensión del mundo y a una mejora de la calidad de vida de las personas. Sin embargo, esta visión optimista del progreso científico queda empañada por brotes de desconfianza hacia la ciencia, el ninguneo de esta por parte de los responsables de las administraciones públicas y la negación de la validez del pensamiento científico en ciertos ámbitos de la sociedad. Esta paradoja refleja un malentendido generalizado sobre lo que es y cómo funciona la ciencia. Y enmendar este desencuentro depende en buena medida de los propios científicos.

El mal ejemplo de Estados Unidos

El listado de avances científicos recientes es extenso y espectacular. Pese a ello, si la ciencia suena a algo distante y remoto a los que no pertenecen a la comunidad científica, y si los mismos científicos parecen seres lejanos que no gozan de la plena confianza de la sociedad, ¿se puede contar con la ciudadanía para que apoye la ciencia? Y, por otra parte, ¿es consciente la sociedad de lo que se perdería si la ciencia no tiene el respaldo mayoritario de los ciudadanos? Al respecto, es ilustrativo lo sucedido en Estados Unidos. Para muchos científicos, resulta incomprensible que el presidente Donald Trump no haya nombrado un asesor científico hasta agosto de este año (casi 18 meses después de su toma de posesión), pero lo verdaderamente preocupante es que buena parte de la opinión pública haya reaccionado a este hecho con una indiferencia supina y un bostezo de aburrimiento.

Si quienes la practican no intentan hacerla accesible a los ciudadanos, la ciencia deviene una empresa empobrecida y, probablemente, insostenible a la larga

Varias encuestas sobre la percepción de la ciencia apuntan a un importante apoyo social a la misma, pero también muestran opiniones poco o nada favorables, particularmente en el caso de algunos temas de actualidad, tales como el cambio climático, el modelo energético, las vacunas y los alimentos genéticamente modificados. Las valoraciones están fuertemente condicionadas por la identificación de las personas con determinadas creencias religiosas, ideologías, opciones políticas y otras identidades grupales. Elegir si se cree en el método científico en función de si sus resultados se ajustan, o no, a nuestras creencias y emociones, indica que realmente no se confía en dicho método. Un principio de éste es que todos los hallazgos son provisionales. Y esta realidad lleva a algunos a pensar que la ciencia es tan incierta que cualquier opinión o afirmación basada en ideologías o creencias imaginarias es tan válida como la obtenida a partir del análisis y la interpretación racional de hechos y evidencias.

Los científicos deben ponerse manos a la obra para fortalecer la comprensión y el aprecio de la ciencia por la opinión pública, así como para defender la importancia clave del pensamiento basado en hechos y pruebas comprobables. Y esto no se logrará mediante la simple denuncia de la falta de confianza de la sociedad o de la carencia de asesores científicos en las administraciones públicas. Debe lograrse demostrando la fiabilidad y la extraordinaria eficacia de la ciencia para hacer frente a preguntas y problemas. Los científicos deben demostrar que el pensamiento basado en hechos verificables conduce a políticas más fiables para crear empleos, preservar el medioambiente, mejorar la sanidad y la enseñanza, y así un largo etcétera. Además de denunciar la ausencia de académicos asesorando a los responsables políticos, la comunidad investigadora debe incrementar la comprensión de la realidad científica por parte de la población, hasta el punto de que ningún alto cargo público se atreva a decidir nada sin el adecuado asesoramiento previo. Los científicos deben ser capaces de hacer comprender que, a pesar de errores ocasionales, algunos de ellos garrafales, el pensamiento científico tiene un sólido y largo historial de éxito. Asimismo, deben esforzarse en mostrar que la ciencia y el método científico son importantes para todos, y que su trabajo no es una práctica arcana oficiada por una élite.

La ciencia practicada por aquellos que no intentan hacerla accesible a la población, ni se preocupan en aclarar que su trabajo es en beneficio de todos, deviene una empresa empobrecida y probablemente, a la larga, insostenible. En este contexto, potenciar la política de comunicación resulta indispensable, y esta no solo consiste en elegir las palabras adecuadas para explicar una investigación, sino, también, en saber ganarse la confianza de la ciudadanía, demostrando un compromiso inequívoco con la mejora de la calidad de vida de las personas.