La batalla de BCN

Valls y Villarejistán

En ese país subterráneo y húmedo se vive mejor y se hacen mejores negocios cuando el sensacionalismo, el simplismo y la caza del adversario se imponen al debate político

Manuel Valls en la presentación de su candidatura para la alcaldía de Barcelona

Manuel Valls en la presentación de su candidatura para la alcaldía de Barcelona / FERRAN NADEU

Emma Riverola

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Manuel Valls tiene un relato. Puede gustar más o menos. Incluso despertar sarpullidos oírle declararse de izquierdas cuando su gestión política en Francia, especialmente en inmigración, estuvo regida por el conservadurismo menos contemplativo. Viene de perder, pero también de ganar mucho más de lo que han soñado quienes le critican, y dispone de armamento sobrado para la batalla: un discurso coherente, una profesionalidad a la que estamos muy poco acostumbrados (dramática anomalía) y un cargamento ilimitado de dardos que reparte a diestro y siniestro con una elegancia que también hace de él una 'rara avis'.

Mezclado, pero no agitado

Frente a algunos de sus adversarios, él no "hace" república, él ha servido a la república. De ese gran contenedor en el que se ha convertido el legado del Maragall alcalde, él se queda con la ilusión… y la buena gestión (dardo a Colau). Sin duda es el candidato de las élites, pero se aupará sobre la desilusión generada por aquellos que creyeron haber ganado Barcelona. Se le da bien dar la vuelta a la tortilla. Presentarse bajo la marca de Ciudadanos le hubiera cerrado las puertas de los sectores más catalanistas, así que crea una plataforma personalista, hace emblema de la historia familiar y, de paso, aprovecha para criticar la partitocracia. Un poco de aquí, un poco de allá, mezclado, pero no agitado.

Pero, por encima de todo, Valls es una novedad. Una rutilante novedad en un escaparate donde, a su lado, todos los contrincantes parecen un tanto ajados. Es lo que tiene haber vivido peligrosamente. ¿Posibilidades de ganar? Tantas como de pegarse el trompazo del año (con el agravante de que las risas maléficas recorrerán Europa). Pero, al menos, la batalla promete. Y añade una dosis de moderación al debate que se agradecen.

Moderación que parece haber perdido su socio Rivera, enfrascado en adelantar al PP por la derecha. En Villarejistán están contentos. En ese país subterráneo y húmedo se vive mejor y se hacen mejores negocios cuando el sensacionalismo, el simplismo y la caza del adversario se imponen al debate político.