Encrucijada socialista

Tormenta de mierda y elecciones

Sorprende el empecinamiento de Sánchez en no convocar elecciones cuando su Gobierno solo puede que ir a peor

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la Moncloa.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la Moncloa.

Joaquim Coll

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Mientras la política catalana ha abandonado el río rápido del 'procés' para entrar en una zona pantanosa llena de lodo de la que costará mucho salir, sobre la política española se ha desatado una tormenta de mierda que a todos salpica y que degrada gravemente el papel de las instituciones, desde las universidades hasta la justicia, pasando por la policía.

El principal perjudicado es el Gobierno socialista, convertido en el objetivo a batir de una campaña de asedio que lanza todo tipo de bombas fétidas. La primera dio en el blanco y causó la dimisión de la anterior titular de Sanidad, Carmen MontónCarmen Montón, por las irregularidades de su máster en un caso bastante parecido por el que el líder del PP, Pablo Casadose ha librado de ser investigado en el Tribunal Supremo. Desde entonces los disparos no han cejado contra el propio Pedro Sánchez, ante la falta de calidad de su tesis doctoral, y han proseguido contra Dolores Delgado, ministra de Justicia, por sus escandalosas conversaciones grabadas por el excomisario chantajista José Manuel Villarejo, hasta alcanzar al famoso Pedro Duque, titular de la cartera de Ciencia, por una sociedad patrimonial gracias a la cual pudo haber pagado menos impuestos.

La tormenta ha roto la imagen de "Gobierno bonito" con la que Sánchez dio el campanazo hace algo más de 100 días. A ello se añaden los propios errores y bandazos gubernamentales en algunos temas (desde las contradicciones entorno a la defensa del juez Pablo Llarena en Bélgica, hasta la venta de armas a Arabia Saudí), que ponen de manifiesto una grave falta de coordinación. Pese a todo, el Ejecutivo socialista conserva el crédito entre la España de izquierdas, a la que le sigue pareciendo primordial haberse librado de Mariano Rajoy.

Por eso sorprende el empecinamiento del presidente en no convocar elecciones cuando su Gobierno solo puede que ir a peor y tiene, además, muchos argumentos para hacerlo: minoría parlamentaria en el Congreso, bloqueo en el Senado de los populares para sacar adelante un aumento del déficit en los Presupuestos y unas negociaciones difíciles tanto con Unidos Podemos como por el tono amenazante que utilizan los independentistas.

Un político temerario

Tras la decisión de la Mesa del Congreso, que ha actuado siguiendo la doctrina del Tribunal Constitucional frente a otras triquiñuelas parlamentarias parecidas que el PP utilizó, la reforma de la ley de estabilidad irá por la vía ordinaria y no culminará antes de cuatro meses. Es decir, en el mejor de los casos, no habrá Presupuestos 2019 para dotarlos de 6.000 millones más en gasto social hasta la primavera. Políticamente, sería otro buen argumento para adelantar las elecciones, teniendo en cuenta que hoy la derecha no obtendría mayoría absoluta en el Senado. En pocas provincias el PP alcanzaría a ser la primera fuerza tanto por la competencia directa de Ciudadanos como por el mordisco electoral que le ha pegado el PSOE a Unidos Podemos. Sánchez cree que resistir es vencer y que el poder tan difícilmente conquistado no hay que arriesgarlo hasta el 2020. Un planteamiento demasiado conservador para un político tan temerario.