Al contrataque

Maricón

Milena Busquets

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Se ha creado un enorme revuelto porque la ministra de Justicia, Dolores Delgado, en un audio grabado hace unos años sin su permiso durante un almuerzo con el comisario Villarejo y algunos hombres más, llamara -o no se ofuscara en absoluto- cuando otros calificaron a Fernando Grande-Marlaska de “maricón”. 

La palabra 'maricón' es una de esas palabras que define más al que la dice que al que pretende definir. En la retorcida mente de esta pobre escritora, los hombres que la utilizan suelen ser tipos mayores, algo chulescos y acomplejados, casposos y perdonavidas.

Pero esa no es la cuestión. Al empezar a escuchar el audio, pensé: bueno, no es que Delgado diga realmente “maricón”, más bien confirma que otro de los comensales lo ha dicho, es una aclaración más que otra cosa. Y pensé: pobre mujer, está rodeada de palurdos y uno de ellos, además de palurdo es sordo. Entonces ella, por educación, repite lo que ha dicho otra persona (yo, que según mis hijos, estoy medio sorda, siempre agradezco que me repitan las cosas).

Pero lo que me dejó realmente patidifusa fue lo que Delgado dice a continuación.

En la grabación, Delgado afirma preferir los tribunales de hombres porque ellos son “transparentes”. “A mí que me den un tribunal de hombres, de tías no quiero. Y no me llevo mal con las tías, pero los tíos sé perfectamente por donde van. Sois transparentes”, afirma la señora Delgado.

En otras palabras, la ministra cree que los hombres son claros y transparentes en oposición a las mujeres que, como todo el mundo sabe desde Adán y Eva, somos turbias, calculadoras, liantas, mentirosas, manipuladoras, traicioneras y no sé cuantas cosas más.

También afirma, con gran generosidad por su parte, que no es que se lleve mal con las mujeres. Gracias, querida ministra por dignarse a ser amiga nuestra, qué gran honor, pero claro, ¡los hombres! ¡Oh, los hombres! Ellos son sencillos y simples, honestos, francos y directos. ¿Verdad?

Después de escuchar el audio no me queda claro si a la ministra le gustan o no los homosexuales, pero lo que me queda clarísimo es que no le gustan las mujeres. Y me da igual que lo dijese ayer o hace diez mil años, al salir de una clase de yoga o después de haberse tomado 15 whiskys.

 La cuestión, señora ministra, es que aunque usted tal vez no se haya dado cuenta, la idea (errónea) de que las mujeres somos opacas, manipuladoras y falsas nos ha perjudicado y nos perjudica muchísimo.

Quizá usted lo sea, pero le aseguro que la mayoría de las mujeres somos tan “transparentes” como los hombres.

Tal vez, señora ministra, debería usted leer la tesis de su excolega Montón, me parece que va sobre igualdad. O hacer lo mismo que ella.