El proceso participativo de Visión 2030

Una política visionaria

Además de la sociedad civil, los partidos políticos deberían interesarse en la estrategia para la cooperación internacional

Recogida de ropa de invierno para los campos de refugiados de Lesbos

Recogida de ropa de invierno para los campos de refugiados de Lesbos / periodico

Miquel Carrillo

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La semana pasada comenzó el proceso de elaboración de la Visión 2030, una especie de estrategia para la cooperación internacional de la Generalitat, que la oriente durante los próximos años. En un ambiente político tan insorpotablemente cortoplacista (y no me refiero solamente al catalán), que algún departamento decida proyectarse más allá de la hora del bocadillo es en sí una buena noticia. Sobre todo en un negociado tan machacado y puesto en tela de juicio como el de la cooperación, que todavía tiene que seguir explicando por qué existe.

Veintidós sesiones, espacios autoorganizados dentro y fuera de Catalunya y un espacio virtual para la ciudadanía, todo un despliegue posibilidades de participación de la sociedad civil para acopiar ideas y dar forma a esta política pública. Es cierto que da un poco de vértigo el calendario de apenas dos meses que se plantea, con una agenda trufada de preguntas existenciales para la cooperación: ¿cómo  vamos a conseguir nuevas formas de financiación?, ¿cómo se da entrada a otras dimensiones, como el deporte o la cultura?, ¿cómo hacemos más y mejor investigación en el campo del desarrollo?, o ¿cómo se coordinan y complementan las diferentes administraciones que participan del sistema de cooperaciones catalanas? En principio, esta visión ha de ser un referente para la Generalitat, pero lo más recomendable es que se sumen a ella, la construyan y la compartan los más de 200 municipios y diputaciones que desde este pequeño país contribuyen a la justicia global.

Eso sería otra buena noticia más, como lo sería que, además de la sociedad civil, el sistema de partidos políticos se interesara por el tema, no solo a la hora de sancionarla o no desde su escaño en el Parlament, al hilo de la estrategia decidida con los últimos tuits. Que algo así como una visión a más de 10 años vista empiece a dar forma a nuestras agendas políticas nos daría algo de margen y resuello para actuar ante los grandes temas que tenemos encima de la mesa. También para entender la interconexión que tienen entre ellos, local y global, como nos propone los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, el marco en el que se diseña esa Visión 2030. La globalización de los derechos humanos es todavía una asignatura pendiente, en un contexto en el que la lectura comercial y securitaria se está imponiendo a marchas forzadas para explicar el devenir del mundo actual y las estrategias a seguir. Tenemos un Acuerdo de París o una Nueva Agenda Urbana, para combatir el cambio climático y hacer ciudades más inclusivas, pero la realidad la siguen chuleando los mercados  y la lógica acumulativa, que en esas miradas políticas miopes campan a sus anchas. Decid lo que queráis en vuestras cumbres, nosotros seguimos con el diésel y los desalojos. ¿Quién ha dicho que tenemos responsabilidades sobre los derechos humanos fuera de nuestras fronteras? Y sobre todo, ¿eso sirve para ganar las elecciones en Andalucía?

Suerte y aciertos al proceso, lo necesitamos.