La situación de la universidad

La investigación en España: ¿Modelo Oxford-Ankara o modelo 'castellers'?

La fuerza de la ciencia no es la de unas estrellas tan rutilantes como pasajeras, es como la de un 'castell': del 'baix' a la 'enxaneta' todos son cruciales

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Rafa Martínez

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La universidad es ese mundo del saber que mostramos a los alumnos hasta llevarlos al borde del abismo en el que se acaban las certezas.  Ir ganando terreno a ese precipicio,  rellenar de conocimiento los terrenos de la incertidumbre es la encomienda de la ciencia. No hay Wikipedia que valga.  Es prueba y error.  Es hacerse preguntas, plantear hipótesis e intentar demostrarlas.  ¿Cómo se hace eso?  Con dinero. Los investigadores hacemos ciencia; es decir, transformamos el dinero en conocimiento.  Luego la transferencia se encargará de crear dinero a través del conocimiento. La ecuación es sencilla: lo invertido en ciencia es uno de los motores de calidad de las universidades –y de los países- y se multiplica mediante transferencia. Según estimaciones de la Comisión Europea cada euro invertido puede llegar a rendir hasta once.

Lamentablemente, una ecuación tan simple parece no entenderse en España, gobierne quien gobierne. Nuestro país está siguiendo un perverso modelo de exigencias de calidad a su profesorado como las primeras del mundo (Oxford y Cambridge, por ejemplo), pero, en cambio, recibimos una financiación del furgón de cola. Somos mágicos. Queremos investigadores de máximo nivel que surjan de la nada. Un estudio de la OCDE del año 2017 nos coloca como el sexto país por la cola, de veintiocho, en porcentaje de PIB destinado a universidades.

Décimas por encima de Turquía

Según el Banco Mundial, el porcentaje de gasto en investigación de España está lejos de sus socios europeos, por debajo de la media mundial y unas décimas por encima del de Turquía.  Hemos creado el modelo Oxford-Ankara. En la mejor tradición del comerciante charlatán hemos concebido la universidad de excelencia a precio de saldo. Claro, luego viene la decepción de que nuestras universidades no están ubicadas en posiciones de prestigio en los rankings internacionales.

Si por una de esas conjunciones cósmicas que se dan cada siglo, se destinase a la ciencia el dinero que le corresponde, todavía restaría un serio problema por resolver ante nuestra clase política: hacerles entender que la ciencia es absolutamente piramidal; como lo son los 'castells'. Los grandes descubrimientos se asientan en investigaciones básicas. Nadie nace investigador estrella, hay que formarles, enseñarles. Insisto, como los 'castellers'.  Todo ello cuesta tiempo y dinero; pero es la base que sujeta con solidez todo el entramado de la investigación puntera.  Además, en este firmamento,  las estrellas sin sus equipos no lucen.

Esa solidez estructural y financiera da lugar a múltiples estrategias y espacios de innovación y desarrollo científico; algunos fallidos, de los que igualmente se aprende. El conocimiento no acostumbra a  surgir por casualidad, ni basta con tener una superestrella. Los avances científicos son el resultado de la constancia y la fuerza de conjunto. Como en las grandes construcciones de los 'castells', el éxito proviene de una 'pinya', un 'folre' y unas 'manilles', e incluso 'puntals', que permiten que el 'aixecador' y la 'enxaneta' triunfen, y con ellos toda la estructura. Estos últimos sin el resto no existen. 

La ecuación es sencilla: lo invertido en ciencia es uno de los motores de la calidad de las universidades y de los países

En la universidad española se han fijado criterios de excelencia que buscan un buen 'aixecador' y una 'enxaneta' que no tenga vértigos y sea ligera; pero eso sí, ni 'pinya', ni 'folre', ni 'manilles', ni 'puntals'. Los científicos que vengan a nuestro país que no esperen una política científica generadora de una estructura sólida que le respalde, le haga investigación básica y le ayude a triunfar.  No se apuesta por una estructura de calidad, excelencia y éxito, sino por el casposo ‘bueno, bonito, barato’.

Esa idea peregrina, en la que llevamos instalados casi una década, de exigir al profesorado una excelencia de primer nivel; pero financiarlo míseramente, nos lleva a una universidad mediocre que, al estilo de lo que siempre ha sido este país, se cegará con la eclosión de algún fuera de serie que con su esfuerzo y un mecenas conseguirá llegar al cénit y desde allí brillar más solo que la una y mientras el cuerpo aguante.  Por ello, al igual que ocurre con el deporte tendremos espejismos autóctonos –como han sido los de Manuel Santana, Ángel Nieto, Severiano Ballesteros, Carolina Marín o Rafa Nadal-; pero no nos engañemos, la fuerza de la ciencia no es la de unas estrellas tan rutilantes como pasajeras, es como la de un 'castell': del 'baix' a la 'enxaneta' todos son cruciales.  O esto se entiende de una vez o tendremos lo que tenemos, una…(en WhatsApp le ponen ojos para hacerla simpática).