Al contrataque

Un Gobierno precario

Un error habitual de los presidentes es aplazar las urnas en los malos momentos para cuando vengan mejor dadas. Sin embargo, a veces las cosas no dejan de empeorar

Cristina Pardo

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Màxim Huerta tuvo que dejar su cargo de ministro, porque sus problemas con Hacienda en el pasado torpedeaban el discurso de limpieza y regeneración del Gobierno. Pedro Sánchez había llegado a La Moncloa después de ganar una moción de censura, que pretendía poner fin al goteo continuo de escándalos y sentencias sobre corrupción. Por lo tanto, mantener a Huerta era imposible. Después, tuvo que dimitir Carmen Montón, porque las sospechas sobre la manera en que había cursado su máster eran un torpedo para el discurso de ejemplaridad del Gobierno.

Mentir está muy feo, más para un representante público. Además, el PSOE había impulsado una moción de censura en Madrid contra Cristina Cifuentes por motivos similares. Por lo tanto, mantener a Montón era imposible con el listón que ellos mismos impusieron. Ahora está en cuestión la titular de Justicia, Dolores Delgado, por varias razones. Mintió públicamente cuando se le preguntó por su relación con el excomisario Villarejo, el policía asiduo a los bajos fondos que, al parecer, lo grababa todo. En una de esas conversaciones distendidas, la todavía ministra se refería a su compañero de Interior como “maricón”.

Ella ha dicho primero que los audios estaban manipulados y que no se refería a Grande-Marlaska, como si fuera menos soez por el hecho de cambiar el destinatario. Luego, Justicia ha dicho que sí que era a él, pero no por homofobia. Supongo que irán saliendo más cosas y su continuidad complicará. No sé si Delgado va a dimitir por estas grabaciones, realizadas en un contexto privado del que casi nadie saldría bien parado. Lo que sí sé es que torpedean el discurso del Gobierno sobre la igualdad y el respeto al colectivo LGTBI. Y también me parece evidente que los nombres que el primer día y sobre el papel no tenían mala pinta, están convirtiendo al Ejecutivo en una institución más débil de lo que ya era por la composición del Parlamento.

Delgado fue la que tuvo que envainarse la negativa a defender al juez Llarena en Bélgica. Además, Sánchez ha tenido que desautorizar a la ministra de Defensa por la venta de bombas a Arabia Saudí. Tiene a la vicepresidenta presionando en las portadas al Tribunal Supremo por la prisión preventiva de los independentistas y a la delegada en Catalunya, defendiendo indultos cuando aún no hay condenas. Da todo una sensación de precariedad, de falta de coordinación, de improvisación y de poco nivel, que empieza a dar lástima. Parece ser que hay dirigentes socialistas que piden a Sánchez en privado que convoque elecciones. Un error habitual de los presidentes es aplazar las urnas en los malos momentos para cuando vengan mejor dadas. Sin embargo, a veces las cosas no dejan de empeorar.