Dos miradas

Que ellos sean

De la capacidad de Sánchez e Iglesias de tejer una alianza depende colocar a España con los que pactan con la ultraderecha o con quienes la combaten

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Emma Riverola

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Pablo Iglesias y Pedro Sánchez no serán. Así acabé un artículo (muy poco clarividente) en mayo de este mismo año. En él me lamentaba de la incapacidad de la izquierda. Entonces, Sánchez corría a rebufo de la alargada sombra de Albert Rivera e Iglesias parecía prisionero de su demagogia. Una semana después, estallaba la demoledora sentencia condenatoria del 'caso Gürtel' y, con ella, la moción de censura que fulminaría al Gobierno del PP.

Sánchez sorprendió con una solidez inesperada e Iglesias pareció al fin comprender que desgastar sin tregua al PSOE constriñe el espacio de la izquierda y, por tanto, sus propias expectativas. Pero las dificultades se multiplican. Al PP le han arrebatado el poder y a Cs le han desbaratado el sueño de alcanzarlo de inmediato. Después de la zozobra, ambos han encontrado su lugar en la oposición más fiera. Que Pablo Casado, el del máster regalado, el del partido de la 'Gürtel', se permita decir que Sánchez "camina a lomos de la mentira" es el ejemplo de la desvergüenza. Que Casado y Rivera agiten las aguas de la extrema derecha es un desatino peligroso.

El juego político ha colocado a Sánchez en la presidencia y a Iglesias en un lugar estratégico. De su capacidad de tejer una alianza fructífera depende mucho más que un gobierno: colocar a España en un lugar u otro de Europa. Con los que pactan con la ultraderecha o con quienes la combaten. Hoy, más que nunca, es necesario que Iglesias y Sánchez 'sean'.