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La Mercè, mal modelo, gran éxito

La fiesta mayor de Barcelona es lo contrario de las fallas, de la samba, de Sants y de Gràcia, de la gente

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Xavier Bru de Sala

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Que la Mercè arrastra y embelesa a las multitudes es innegable. Este es su éxito. Un catálogo interminable de espectáculos para todos los gustos, siempre creciente, siempre más diverso, siempre más esparcido por la ciudad. Entretenimiento gratuito garantizado. Del 'panem' ya hablaremos otro día, que ahora toca 'circenses'. El modelo de los que van a caballo a base de tener distraídos a los viandantes es más viejo que Matusalén. Antiguo, consolidado. Poco de izquierdas pero infalible.

El submodelo Barcelona, porque tiene submodelo propio, fulgura porque el núcleo organizador es uno de los más imaginativos de la ciudad. De hecho, debe ser el último rincón del ayuntamiento donde cuenta el funcionariado creativo. El equipo organizador no solo conecta con los gustos del público sino que consigue sorprenderlo agradablemente. El modelo consiste en eso, no adormecerse nunca, estar a la que salta para detectar novedades en el mercado de aquí y de fuera para ofrecerlas, todas concentradas, en un cóctel irresistible. Acumulación abrumadora, acierto, innovación permanente. Todos boquiabiertos como criaturas. El subtexto del eslogan: la Mercè no te la acabas, el año próximo más y el siguiente aún más.

La fiesta mayor de Barcelona es lo contrario de las fallas, de la samba, de Sants y de Gràcia, de la gente

¿Dónde está el problema? No lo detectan. Manías de partidarios de la horizontalidad que no claudican ni ante las bondades del mejor ilustrado de los despotismos. Papel pasivo de la ciudadanía. Protagonismo institucional sin fisuras. Simulacro de carácter de ciudad. Euforia colectiva programada. La Mercè es lo contrario de las fallas, de la samba, de Sants y de Gràcia, de la gente. No tiene remedio pero podría empezar a tenerlo si se estimulara la iniciativa popular.

En una de sus magníficas crónicas de este diario, Carles Cols revelaba un detalle definitorio. Los inventores del Correfoc pretendían que la gente asistiera disfrazada de animal pero se lo prohibieron desde arriba. ¡Ni hablar! La gente, infrautilizada e infantilizada. Todos a admirar y aplaudir. 'Circenses'.