Elecciones europeas y el futuro comunitario

Europa ante sus retos

La respuesta a las amenazas externas e internas y a desafíos como las migraciones y el cambio climático debería pasar por hacer una UE más fuerte y soberana, políticamente integrada y socialmente solidaria

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Josep Borrell

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Mientras en Nueva York se celebra la semana de sesiones de la 73ª Asamblea General de las Naciones Unidas, y en Salzburgo el Consejo Europeo se encalla en la búsqueda de una solución para el 'brexit', es bueno recordar el famoso discurso de Winston Churchill en Zúrich, pronunciado por estos días en 1946, en el que pedía que Europa se levantase de sus ruinas y se uniera para evitar nuevas guerras; pero advirtiendo, premonitoriamente, que el Reino Unido no formaría parte de esa unión.

Ideas euroescépticas, eurófobas y proeuropeístas

En este momento de grandes cambios en el orden mundial y en la relación transatlántica, ¿cuál será el papel de Europa ante el ascenso de los radicalismosnacionalismos y populismos, el "América first" de Donald Trump y la expansión del gigante chino? Es la pregunta que se plantea en todos los foros de debate, como hace unos días en el Foro Ambrosetti, donde se manifestaron las grandes diferencias entre posiciones euroescépticas como las de Matteo Salvini, Ministro del Interior del actual Gobierno italiano, o eurófobas como las de Geert Wilders líder del partido nacionalista holandés, y las proeuropeístas de los exprimeros ministros italianos Enrico Letta y Mario Monti, o del holandés Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisión Europea

Todo parece indicar que, en las elecciones del 2019, los ciudadanos europeos tendrán ante sí dos visiones diferentes de Europa. Una, la que defiende el Gobierno español, favorable a profundizar la integración económica de la zona euro y a europeizar la política de inmigración y asilo con vistas a establecer una gestión solidaria de los flujos, y otra contraria a la acogida de refugiados y migrantes y a avanzar en la unión política.

En las europeas, el ciudadano tendrá dos visiones de Europa: una favorable a la integración económica y a europizar la política de inmigración y otra contraria a la acogida de refugiados y a avanzar en la unión política

Pero las cosas son más complicadas. Por ejemplo, Salvini cierra los puertos italianos y reclama que los salvados del naufragio vayan a otros países ribereños, pero la Hungría de Víktor Orbán rechaza un reparto de refugiados, que sin duda beneficiaría a Italia. En cuanto a las discusiones sobre el futuro del euro, el Grupo de Visegrado, que reúne a varios países del Este que no son miembros de la unión monetaria, no desempeña un papel relevante y las posiciones en materia económica reflejan una división norte-sur más que este-oeste. Incluso en el terreno de la inmigración hay matices importantes. Francia ciertamente defiende la solidaridad en la gestión de las llegadas, pero se muestra más reticente ante la migración económica, reto que hay que saber aprovechar en un continente en el que varios países, entre ellos España, envejecen a marchas forzadas.  Y el Parlamento Europeo votó el 12 de septiembre, por una mayoría de dos tercios que parecía difícil alcanzar, a favor de incoar a Hungría el procedimiento sancionador previsto en los Tratados, ante algunas políticas cuestionables en materia de principios y derechos fundamentales.

En este complejo contexto, en el que las cuestiones identitarias, asociadas a los problemas migratorios, se unen a las de tipo socioeconómico derivadas de una crisis del euro que ha aumentado las desigualdades, se teme la formación de un gran grupo antieuropeo en Estrasburgo, que pudiera llegar a ser el segundo en importancia. Una previsión que me parece exagerada, pero que dependerá de la capacidad de dar una respuesta operativa a escala europea a la cuestión migratoria, que no es una "invasión", pero que puede representar un problema de gestión para los países de la frontera sur, si no cuentan con el apoyo y la solidaridad del resto, como lo fue para Italia. Y con el riesgo de que el espacio Schengen, libre de controles en las fronteras interiores, acabe definitivamente cuestionado por la falta de una gestión común de la frontera exterior.

Por otra parte, las encuestas reflejan el mayor grado de apoyo a la construcción europea desde 1983, aunque al mismo tiempo el 40% tiene una visión negativa de la UE, lo que no deja de ser paradójico. Algo así como estar satisfecho del trabajo de alguien que por otro lado no te resulta muy simpático. 

Con todo, las próximas elecciones europeas serán las más determinantes y polarizadas desde que el PE se empezara a elegir por el voto directo de la ciudadanía, en 1979. La respuesta a las amenazas externas e internas y a retos transnacionales como el cambio climático y las migraciones, a las que se enfrenta Europa debería pasar por hacerla más fuerte y soberana, políticamente integrada y socialmente solidaria. Pero los equilibrios en los que se ha basado su construcción pueden verse profundamente modificados, y nada será posible sin el compromiso de los europeos llamados a votar el próximo mes de mayo.