Faros en la niebla

El 'president', Quim Torra.

El 'president', Quim Torra. / MF

Antón Losada

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Una espesa y densa niebla ha caído sobre la política catalana. Pocos se atreven a prender una luz que sirva de guía y nadie se fía de las pocas que se encienden. Sus actores políticos se comportan como barcos atrapados en ella, incapaces de adentrarse en el estrecho paso que puede llevarles a mar abierto, temerosos de acabar destrozados en los escollos que les rodean mientras sus rivales saquean sin piedad los restos de su naufragio. Auguran los estrategas y navegantes que la niebla no empezará a levantarse hasta después de las elecciones municipales. La primera conclusión de un análisis sobre la política catalana hoy no puede resultar más obvia: puede que Mariano Rajoy ya no esté, pero el marianismo se ha apoderado de los políticos catalanes: todos están de acuerdo en que lo mejor es hacer nada y dejar que pase el tiempo, a ver qué pasa.

El independentismo se ha sumido en una competencia feroz entre ERC, JxCat y los restos del PDeCat por la supremacía del espacio nacionalista. Ninguno se acaba de fiar de las tímidas luces prendidas en el reflector de Moncloa. A todos les paraliza el miedo a estrellarse contra las rocas de una negociación que muera en la propuesta de transferir cuarto y mitad de competencias y unos ajustes finos en la financiación autonómica, alimentando los resultados electorales de sus competidores con los despojos de su desgracia.

Pedro Sánchez y el PSC tampoco se fían de las confusas señales que se prenden desde la Generalitat, el PDeCAT o ERC. Les puede el pavor a acabar despedazados contra los acantilados de una negociación donde no les quede más remedio que acabar diciendo no a todo, mientras Populares y Ciudadanos les acusan de haber dicho sí a todo. Estamparse contra las afiladas rocas del constitucionalismo es una pesadilla electoral que solo marineros muy experimentados y curtidos pueden surcar en medio de una bruma tan cerrada. La situación de los 'comun' no parece mucho mejor. Ellos aún tienen que salir con bien de su propia niebla interna antes de empezar a navegar.

Ciudadanos y Partido Popular también se hayan atrapados en la niebla, pero no lo saben. Pablo Casado y Albert Rivera creen haber encontrado una estrategia donde todo son ganancias: quedarse quietos y esperar a que los demás naufraguen. Si la conversación entre el Gobierno y el Govern sale mal podrán decir que ellos lo avisaron desde el primer momento. Si hay acuerdo podrán acusar a Sánchez de vender España al peso por unas semanas más en la Moncloa, uno de sus relatos de terror favoritos.  Parece que nadie les ha dicho aún que quedarse quieto en medio del mar y la niebla no suele ser buena idea. Además, están tan juntos que lo normal es acabar chocando o provocando alguna zozobra, como la extravagante candidatura de Manuel Valls a la alcaldía de Barcelona. A fin de cuentas, la gente vota para que se gobierne y se arreglen los problemas, no para que les digan cuatro años después por qué no pudieron solucionarse, o de quién fue la culpa.