El agitado panorama político

Pedro Sánchez topa con la llegada del otoño

El presidente ha salido herido por la embestida de Albert Rivera acusándole de plagio en su tesis doctoral

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Joan Tapia

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Pedro Sánchez no solo ganó la moción de censura por sorpresa, sino que su nuevo gobierno generó confianza. Los datos del CIS fueron concluyentes. No solo el PSOE se colocó primero en estimación de voto (30% frente a 20% del PP y Cs) sino que el Indicador de Confianza Política subió un 27% en sus dos primeros meses. Algunos analistas concluyeron que con 84 diputados sería difícil mantener ese clima y que para él lo mejor era convocar elecciones cuanto antes.

Pero Sánchez quiere gobernar. Para ello necesita aprobar el techo de gasto del 2019 y los presupuestos. No es fácil con 84 escaños sobre 350. Además -era de prever- los dos partidos de centroderecha se han lanzado -al llegar septiembre- a una oposición fiera. ¿Cómo navega Pedro Sánchez cuando acaba la placidez del verano y llega el otoño?

Efecto sobre la imagen presidencial

El presidente ha sufrido el primer “acoso y derribo” a su prestigio cuando Albert Rivera le acusó de haber plagiado su tesis doctoral. No cuestionaba la labor del Gobierno, pero tras varios casos que castigaban la confianza como los de Cristina Cifuentes, las sospechas sobre el máster de Pablo Casado y principalmente la dimisión de la ministra de Sanidad -muy próxima a Pedro Sánchez- acusada de irregularidades en su máster, tuvo un efecto inmediato sobre la imagen presidencial.

Sánchez ha reaccionado publicando la tesis y ha demostrado que no había plagio descarado, pero la sospecha está ahí, la tesis no parece brillante (tampoco es obligado que lo sea) y forzado -ahora por el PP- tendrá que dar explicaciones en el Senado. La imagen de Rivera y de Casado como aspirantes a estadistas no mejorará con el choque (incluso puede bajar) pero lo seguro es que Sánchez ha quedado tocado. ¿Hasta qué punto? El presidente argumenta que la oposición sólo mete ruido. Vale, pero el ruido sobre la reputación del presidente no le beneficia.

En cuanto a la gestión, Sánchez no ha cometido ningún gran error y ha sabido rectificar con rapidez. Dos ministros dimitidos en poco mas de tres meses no es ningún mérito, pero indica una agilidad inexistente en el Gobierno de Rajoy en el que las dimisiones tardaban o ni se producían. Ahí están los casos de Ana Mato y José Manuel Soria (acusados de corrupción) o de José Ignacio Wert o Jorge Fernández Díaz con gestión muy polémica en la crisis catalana. También ha sabido también enmendar torpes decisiones de la ministra de Defensa sobre las relaciones con Arabia Saudí y de la de Justicia sobre la defensa del juez Llarena en Bélgica. Rectificar es de sabios, pero hay un déficit de coordinación, o falta de rodaje, en el Gobierno.

La mayoría negativa de la moción de censura sobrevive porque para Podemos y el secesionismo el Gobierno actual es el mal menor

Y la primera iniciativa, tras la agresiva embestida de Rivera, la reforma de la Constitución para acabar con los aforamientos tiene hoy un balance ambivalente. Abrir el melón de la reforma parcial y acotada de la Constitución puede ser positivo y más para acabar con los aforamientos. Pero hacerlo sin intentar antes un consenso con la oposición -que la reforma hace muy conveniente- sino como un contragolpe y con improvisación (sobre si afectará a los delitos de corrupción) es un grave error.

Por el contrario, a trancas y barrancas, Sánchez está logrando que la mayoría solo negativa de la censura funcione algo. Lo explicó bien a Ana Pastor en La Sexta. Con 84 diputados solo puede seguir -dada la actitud de Casado y Rivera- si Podemos, el independentismo catalán y el PNV no optan por romper la baraja. En parte lo consigue porque para estos grupos es, como mínimo, el mal menor. A ninguno le interesan unas elecciones que solo podrían dar más fuerza a Sánchez o instalar al tándem Casado-Rivera (o a la inversa) en la Moncloa.

Iglesias está menos en los cielos que en el 2016 y la desinflamación ha sido positiva para Catalunya y puede ser la llave para una rectificación del secesionismo en su estéril maximalismo.

Una anómala puerta trasera

El techo de gasto sigue pendiente. Sánchez intenta cambiar la ley de estabilidad del PP, que da un poder anormal y excepcional al Senado, pero topa con el bloqueo de la mesa del Congreso, dónde mandan PP y Cs. E intenta burlarlo por una anómala puerta trasera. Es un choque relevante. Para el PSOE es mejor no poder aprobar el techo de gasto (y convocar elecciones) por el boicot de la derecha que por no poder pactar con Podemos o porque los independentistas decidan exigir lo imposible.

Así están las cosas. Quizá los próximos días sean determinantes. Sin la aprobación del techo de gasto -Sánchez y el ministro Ábalos lo han insinuado- habrá elecciones. Y el PP y Cs -que las exigen- no están en su mejor momento.