Decepción

Mayor y descreído

Me han hartado y me apeo. Sigan unos con su Parlament cerrado y otros tirándose másteres, tesis y tesinas como niños en parvulario

Pablo Casado dirigiéndose a la bancada del Gobierno.

Pablo Casado dirigiéndose a la bancada del Gobierno. / .45100536

Josep Maria Pou

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

"Dichosa edad y siglos dichosos aquellos" (entrecomillado, por favor; estoy citando a Cervantes, no vayamos a tener problemas) en los que uno era niño e inocente. Entonces creía a ciegas. Los mayores eran ejemplo a seguir. Daba por hecho que el alcalde era alcalde porque era el más listo, el juez juez porque era el más justo y el médico médico porque era el más sabio. Pero ya adolescente fui perdiendo la fe y la inocencia –también, por supuesto, la virginidad, por estúpido que parezca perder tantas cosas al tiempo- a medida que descubría que puede haber alcaldes tontos, jueces torticeros, médicos ignorantes, profesores desganados, cocineros guarros y actores más malos que la quina (no crean que salvaré a mi gremio solo por serlo), hasta poder llegar a decir muy pronto y a conciencia: "Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos" (entrecomillado, por favor; estoy citando a Alberti, que cita a su vez a Calderón, no vayamos a entrar en pleitos).

Y así estoy ahora, mayor y descreído. Oigo discursos encendidos, declaraciones impresentables, promesas que se saben incumplidas aun antes de pronunciarlas y me digo: a mí plin. Que me bajo. Que me apeo. Que ya no es mi guerra. Que me han hartado. Sigan unos con su Parlament cerrado y la política inactiva, quédense otros tirándose avioncitos de papel (másterestesis y tesinas) como niños en parvulario, y permitan que me dé la media vuelta.

Leo, además, en este mismo periódico, la opinión de alguien que cree llegado el momento de acabar con "el monopolio de la creación artística por parte de hombres blancos de edad avanzada" (entrecomillado, por favor; esto también es una cita, no vayamos a liarla). Y yo, que cumplo casi todos esos requisitos, me pregunto que cuándo van a venir a buscarme para llevarme al campo de exterminio. Procuraré que, cuando lleguen, me encuentren en lo mío: jugando, creando, soñando, imaginando, como cuando era niño. Pero más serio. Más triste. Mucho menos inocente. Y mas, mucho más, decepcionado.