ideas

Algo pasa con Willy

El actor Willy Toledo, a su salida de los juzgados

El actor Willy Toledo, a su salida de los juzgados / SANTI DONAIRE

Ramón de España

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Entre gritos de “Me cago en Dios” -'Y'a d'la classe', que dirían los franceses- los fans de Willy Toledo recibieron a su ídolo, ese campeón de la libertad de expresión, a su salida del juzgado de Madrid en el que se negó a declarar por sus supuestas ofensas a la religión católica. Se le veía contento y con esa mirada de iluminado (o de orate) que se le ha puesto desde que decidió echar su carrera a los cerdos para consagrarse a la liberación espiritual de los españoles. Desde luego, no tenía nada que ver con el Willy Toledo que me presentó hace años nuestro común amigo Alberto San Juan y con el que compartí una cena muy agradable en Barcelona. Aquel Willy Toledo era un tipo simpático y de izquierdas, dotado de un gran sentido del humor, con el que daba gusto departir. Nada que ver con el energúmeno actual, con ese personaje que no para de dar la nota -de forma cada vez más grosera- y de defender causas indefendibles. Para este Willy, los de Podemos son unos pusilánimes aburguesados, Nicolás Maduro es un líder admirable que hace muy bien en meter en el trullo a quienes le llevan la contraria, Cuba es un paraíso socialista donde las personas de bien siguen llorando a Fidel y la democracia española, el timo de la estampita.

Siempre a la izquierda de la extrema izquierda, Toledo se ha especializado en tomar partido por lo peor de la manera más zafia posible

No sé en qué momento se zumbó el bueno de Willy, pero no tiene aspecto de ir a recuperar la cordura en breve. Siempre situado a la izquierda de la extrema izquierda, se ha especializado en tomar partido por lo peor de la manera más zafia posible. Aún no se ha pronunciado sobre Daniel Ortega, pero no me extrañaría si un día de estos se descuelga con que los casi 500 muertos de los últimos meses en Nicaragua se lo buscaron.

Para adoptar su actual posición delirante, Willy tuvo que suicidarse profesionalmente. Su nombre en cualquier película es veneno para la taquilla, pues la derecha lo detesta y la mayor parte de la izquierda se lo toma a chufla. Podría haber sido nuestro Vittorio Gassman, pero ha preferido ser la versión madrileña del pelmazo de Lagarder Danciu. Y es que Willy era un excelente actor de comedia, digan lo que digan sus detractores. Solo él sabe por qué decidió convertirse en el Diablo de Tasmania del activismo demencial.