Dos miradas

Carne de cañón

Si no fiscalizamos a nuestros gobernantes, perdemos conciencia crítica, y sin ella, nos hacemos más débiles

Trabajador de Lehman Brothers, en Seúl, el 16 de septiembre del 2008.

Trabajador de Lehman Brothers, en Seúl, el 16 de septiembre del 2008. / AFP

Emma Riverola

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Hace 10 años quebró Lehman Brothers. Nuestro mundo fue arrastrado a una crisis económica y social que nos ha hundido en la precariedad. Los actores económicos coinciden en que otra crisis financiera está por llegar y no se han creado los mecanismos suficientes para que la quiebra no recaiga de nuevo sobre los ciudadanos. Hemos sumado desigualdad y restado derechos y seguridad. Hoy somos más débiles que hace una década.

El poder, ese magma difuso que tan poco sabe de fronteras y tanto de dividendos, mira el tablero del mundo y sigue jugando con sus piezas. Ahora entrega una bandera al rico (o al menos desfavorecido), ahora ofrece al pobre un rostro a quien odiar o temer. La cuestión es mantener la mirada de la mayoría de los ciudadanos alejada de sus desmanes. Qué viejo, qué conveniente, qué lucrativo resulta para aquellos que nunca pierden.

Entre nacionalismos, populismos y fascismos (no siempre términos estancos) anda el juego. Soflamas henchidas de emoción que solo sirven a la desorientación. Causas que unen y movilizan, pero que nunca representan una seria amenaza para los que sí son nuestra amenaza. Si no fiscalizamos a nuestros gobernantes, si no les exigimos protección ante los poderes que no votamos, si rendimos nuestra adhesión a entelequias inasibles, perdemos conciencia crítica. Sin ella, nos estafamos la capacidad de convertirnos en adversarios. Al fin, solo nos hacemos más débiles. Carne de cañón para la próxima crisis.