Religión y ley

Willy Toledo, 173 d. N.

Admitir a trámite una querella por insultar a Dios y a la Virgen es una aberrante patada a la libertad de expresión

El actor Willy Toledo, a su salida de los juzgados

El actor Willy Toledo, a su salida de los juzgados / SANTI DONAIRE

Emma Riverola

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Hace 173 años nació Nietzsche (15 octubre de 1844), el hombre que anunció la muerte de Dios. En la España de hoy, un juzgado investiga a una persona por insultar a Dios y a la Virgen María en una publicación de Facebook. Al negarse a presentarse ante el juez, Toledo fue detenido y, posteriormente, puesto en libertad tras declarar.

La acusación sería absurda, puritana, extemporánea, si no fuera mucho peor. Admitir a trámite una querella como esta es una aberrante patada a la libertad de expresión, pilar de la democracia.

La querella contra Toledo fue presentada por la Asociación Española de Abogados Cristianos. Los mismos que harán sentar en el banquillo a tres mujeres por la ‘procesión’ del Santísimo Coño Insumiso, la causa que motivó la andanada de Toledo. Son también los que denunciaron a Ada Colau y la poetisa Dolors Miquel por el ‘Mare nostra’ que la autora recitó en un acto municipal. Los que se querellaron contra el artista Abel Azcona por una 'performance' en la que formó la palabra pederastia con hostias consagradas. Y los que han sido azote de la Gala Drag Queen del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria y de Femen… ¡Cuánta actividad dedicada a tapar la boca a los que critican la institución católica y cuánto silencio ante los abusos cometidos y consentidos por la misma!

Nietzsche no mató a Dios. Su afirmación tiene múltiples interpretaciones, también la de liberar el espíritu humano de los mandatos y prohibiciones teocráticas. Más de un siglo después, una asociación ultrarreligiosa de abogados nos retrotrae al mundo del oscurantismo, aquel en que la moral era aprovechada por la élite para someter a la masa, en que se elevaba la defensa de los símbolos por encima de los derechos humanos más básicos. Cada uno es libre de instalarse en la época de la humanidad más acorde con sus valores y aptitudes, pero la ley de una democracia no puede dar coartada ni acoger interpretaciones propias de épocas inquisidoras. Al menos, hasta que Dios o la Virgen se presenten en el proceso contra Toledo.