Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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Tesis plagiadas y otras chicas del montón

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Un amigo íntimo, catedrático de una universidad pública española, me contaba un día que había participado en un tribunal para valorar una tesis de doctorado. El candidato recibió como nota un 'cum laude', la máxima, pese a que la tesis era un despropósito lleno de erratas y faltas de sintaxis, claramente debidas al uso del traductor de Google. Cuando mi amigo se quejó ante el resto de los miembros del tribunal de que el amaño iba ser muy obvio –aprobarlo habría sido complicado pero… ¿un 'cum laude'?– le dijeron que se trataba del hijo de un embajador.

Recuerdo que, precisamente en una conversación entre este catedrático y otro profesor de otra universidad, el uno le decía al otro que no entendía cómo los candidatos de Podemos podían hablar de casta cuando venían de la casta más rancia e inamovible de todas: la universitaria. El otro se reía de la autoparodia.

Otra conversación, esta vez con una presentadora de un programa de actualidad y noticias en una televisión autonómica. La presentadora era actriz y modelo, y me dijo que tenía el título universitario de periodista, y que se lo había sacado en dos años. Me extrañó mucho porque ella no llevaba precisamente una vida dedicada al estudio, y su conversación no era la de alguien que leyera mucho o que tuviera el más mínimo dato sobre información económica o geopolítica. Luego me explicó que, gracias a su íntima amistad con el presidente de dicha comunidad, la universidad le aprobó gran parte de las asignaturas sin requerir su asistencia.

Más famoso fue, hace algunos años, el caso del departamento de Ingeniería Química de la Universidad de Barcelona (UB) donde todos los miembros del mismo eran parientes entre sí: marido y mujer, suegro y yerno, tío y sobrina, hermanos. Esta situación no era extraña si se tiene en cuenta la resolución de aquel rector que, a igualdad de méritos, decidió que puntuaba más si el mérito era de la UB (un curso, una investigación, etc...) que si era de una ajena. Parece que se la soplaba la existencia de sentencias judiciales claramente contrarias a estas prácticas discriminatorias. También se la sopla a muchos rectores que aplican el mismo baremo en otras universidades.

En España, el 75% de los docentes están contratados en el centro donde estudiaron. Lo cual suena raro

A los que conocemos de cerca la universidad española, la historia de los másteres regalados no nos pilla de nuevas: todos sabemos que hay enchufes, compadreo, endogamia, trato de favor a políticos o a millonarios, acoso contra personas que son incómodas para el catedrático de turno o que no son afines a sus ideas políticas, plazas amañadas descaradamente, plagios (a veces perpetrados por los propios rectores), desvíos del  reglamento para favorecer a un determinado candidato, o para que éste elija los miembros de su comisión juzgadora, endogamia, nepotismo, silencio.

Si uno se pasa por la web de la Plataforma contra la corrupción y el acoso en la universidad pública se va a encontrar de todo: oposiciones amañadas, plagios tolerados por las autoridades académicas, documentos falsos en concursos a universidad, acosos...

En España, el 75% de los docentes están contratados en el centro donde estudiaron. Lo cual suena raro, dado que se supone que las oposiciones se abren a candidatos no solo de toda España, sino del mundo. En el  2012, el periódico 'Times of Higher Education' (el responsable del 'ranking' de universidades más fiable en el mundo) dedicó media página a la corrupción universitaria en España. No es de extrañar que  en su lista apenas aparezca un centro español.

Yo he estudiado tres carreras en tres universidades diferentes (voy por la tercera). Y creo en la universidad, sigo creyendo a pesar de todo. Creo que es necesaria para fomentar el espíritu crítico y la creación de ciudadanos autónomos. Sé que en cada centro, inasequibles al desaliento, siempre hay algún profesor que intenta muy en serio, contra viento y marea, que sus alumnos aprendan a pensar, no que memoricen sin más. Por eso precisamente la ola de másteres regalados, convalidaciones imposibles y tesis plagiadas nos recuerda que precisamos una regulación universitaria similar a la del resto de las universidades europeas, con mecanismos de control que impidan la endogamia, el acoso, el nepotismo. Transparencia, baremos rigurosamente objetivos, garantías y vías de protección frente al acoso o la discriminación… El camino es largo, complicado y no se hará en un día. Pero no hay más opción que iniciar los primeros pasos, porque sin universidad pública fuerte, autónoma y blindada, no puede haber pensamiento libre.