Dos miradas

El atajo

Saber dónde estamos es básico para ir a donde querríamos de manera mediata, es decir, a través de la mediación y sin el peso de la inminencia

Junqueras, cuando era vicepresidente de la Generalitat, en el Palau, el 20 de septiembre del 2017.

Junqueras, cuando era vicepresidente de la Generalitat, en el Palau, el 20 de septiembre del 2017. / JORDI COTRINA

Josep Maria Fonalleras

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Es curioso comprobar como las definiciones de 'atajo' siempre van ligadas a la velocidad o, en todo caso, al ahorro de tiempo. O a ambos conceptos. Una senda que sirve para "abreviar el camino", dice el diccionario. Para ir más rápido o para "conseguir algo antes". Solo he localizado una expresión que deja entrever que no todo es tan sencillo y que el camino principal siempre está ahí por alguna razón, tal vez porque los secundarios, aunque prometen una acción más contundente, no son tan sencillos a la hora de transitarlos. "No hay atajo sin trabajo", que en catalán sería algo así como "Si vols fer drecera (atajo), no deixis la carretera". Está bien que se nos advierta de las dificultades, aunque sea a costa de dañar la buena prensa -en relatos y relatos, en el habla popular- que tiene el atajo. A veces, resulta que el mejor atajo es no cogerlo.

Esta es la discusión central de la estrategia independentistaJunqueras lo acaba de decir y habla de un camino estable, hecho de acción administrativa y de voluntad política, donde no existe ningún atajo que no sea la desviación consensuada que tiene el nombre de referéndum pactado. "Necesitamos admitir dónde estamos y no dónde nos gustaría estar". No para ir adonde querríamos con más rapidez o con la máxima brevedad, con los argumentos de las urgencias, sino para hacerlo de manera mediata, es decir, a través de la mediación y sin el peso de la inminencia.