Polémica dimisión de Lluís Pasqual

La conjura de los mediocres

Hay una sospechosa desproporción entre el nivel de excelencia conseguido y la forma en que Lluís Pasqual se ve forzado a marchar del Lliure

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Rosa Maria Sardà

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Habitamos una pequeña e insignificante manchita oscura en algún lugar de las extensiones inconcebibles del espacio. En esta insignificante manchita, lo que más abunda es la envidia, la insolidaridad, la mediocridad, la doble moral, el ansia insaciable de poder, la hipocresía, el quítate tú para ponerme yo. En fin, un asco de sitio, para qué nos vamos a engañar. Jean Genet profetizó en su obra 'El balcón' que un demente dominaría el mundo. El tipo afinó bastante, ¿verdad?

He tenido el privilegio de asistir a la creación del Teatre Lliure, ahora celebrado y alabado en toda Europa. Los creadores fueron un puñado de jóvenes llenos de coraje y amor al teatro. Fui testigo de ello (yo también he sido joven, tengo papeles que lo acreditan). Capitaneados por dos hombres irrepetibles: Fabià Puigserver y Lluís PasqualSu talento, su generosidad, su genialidad y su capacidad de sacrificio ante las adversidades (que fueron muchas: palos en las ruedas, injusticias políticas, faltas de dinero…) pudieron con todo. Algunos ya no están con nosotros, pero sí su obra y el espíritu que la inspiró.

Ahora, 40 años después, Pasqual ha dimitido como director del Teatre Lliure. Se pone así fin a una etapa memorable del teatro catalán y europeo, que no habría sido posible sin su inmenso talento. Hay una sospechosa desproporción entre el nivel de excelencia conseguido y la forma en que Lluís se ve forzado a  marchar (parafraseando al gran Mario Gas: "¡Mal, Gómez, mal!"). Esto huele a rastrero.

Nadie con dos dedos de frente puede creerse que una aspirante a actriz y 20 (?) firmas anónimas sean el detonante de su forzada dimisión. Por favor… Estamos en una nanoastilla de la bolita oscura en que cada 15 días se hace historia, en la que nos distanciamos irremediablemente y en la que las filias y fobias campan a sus anchas.

Empieza un nuevo ciclo en el Lliure. Es evidente que cada generación hará su teatro, pero lograr que el teatro sea un arte es un trabajo durísimo, no apto para mediocres. "La mediocridad posiblemente consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta" (Gilbert Keith Chesterton).

PS: Igual pueden cambiar el nombre del Lliure. Yo sugiero Peix al Cove.