EL TABLERO CATALÁN

La Diada del vermut

La política volverá a convertirse en un macro-escenario de coaching, un dispensador de frases hechas a medida, para una parte de la sociedad que necesita seguir creyendo

Diada 2017: Varias asistentes a la manifestación de Barcelona

Diada 2017: Varias asistentes a la manifestación de Barcelona / periodico

Olga Ruiz

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Un año más, estamos a punto de vivir un día histórico. No es verdad, pero nos repetirán hasta la saciedad que sí lo es. No sabía que los días históricos eran tan asequibles, tan habituales. Me ha decepcionado tanto la facilidad con la que los coleccionamos en Catalunya, que me parecen mucho más extraordinarios -por escasos- los días normales, esos en los que aparentemente, no pasa nada digno de explicar a nuestros futuros nietos.

Es un alivio poder vivir un día del todo intranscendente para el curso de la historia. La celebración de la Diada es, de entre todos los días históricos, el preferido para políticos y asociaciones independentistas. Desde hace ya unos años, es su fiesta mayor, su día de Reyes Magos, un día en el que solo cuenta la ilusión, da igual lo increíble que sea la proclama o la promesa, solo van a recibir aplausos.

A mí, personalmente, me recuerda a esos años en los que los niños todavía jugábamos en la calle. Siempre había alguno más pequeño o más torpe, que era de "azúcar": jugaba pero sus acciones no eran válidas a efectos de puntuación, no podía perder.

Mañana el Govern y las asociaciones convocantes, son de "azúcar": juegan pero no pierden. Prometerán lo mil veces prometido, lo que saben que no van a poder cumplir y miles de personas, -hasta dos millones en la exitosa celebración del año 2015- les creerán incondicionalmente. Lo harán este año, el que viene y quién sabe cuántos. 

Un ejemplo: "Vía libre a la República",  ese era el lema del año 2015, "Hagamos la República Catalana" es el de mañana, busquen ustedes las diferencias, recapitulen los logros… Han pasado tres años.

Celebración

Los seres humanos, tenemos la necesidad  de seguir creyendo en algo, pero me indigna, que de forma intencionada, se sobrealimente esa necesidad, a base de literatura, metáforas y ambigüedades. Mañana, nuevamente, la política volverá a convertirse en un macro-escenario de coaching, un dispensador de frases hechas a medida, para una parte de la sociedad que necesita seguir creyendo. Políticos reconvertidos en gurús, mala señal. 

Y mientras tanto, ¿Qué haremos la otra parte de la sociedad? ¿Cómo vamos a celebrar nuestra Diada? Se me ocurre que hagamos de un día festivo lo que es, lo que debería ser: una celebración. Salgamos a pasear, quedemos con nuestros amigos o familiares, aprovechemos -si el tiempo nos acompaña- la recta final del verano, el sol, la vida.

Llenemos las terrazas de nuestros bares de risas y conversaciones compartidas, alimentan más que cualquier lema. ¡Hagamos un vermut! Si de mí dependiera, lo convertiría en la celebración alternativa por excelencia, indiscutiblemente la más libre. Para esta celebración no necesitamos reserva previa, nadie nos va a indicar en qué tramo de la ciudad debemos hacerlo, cuál es el bar que nos ha tocado, tampoco es necesaria camiseta oficial alguna,ni ninguna acción acordada a una hora y minuto concreto… Eso sí, no seremos partícipes de un día histórico. Quizá por eso definitivamente, este año voy a celebrar que soy y me siento catalana haciendo un vermú.