MIRADOR

Varias guerras y una encrucijada

Robertt DeNiro y Martin Scorsese, en el rodaje de 'The irishman'

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Quim Casas

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Todos debemos entender, de los cineastas a los espectadores, de los distribuidores a los críticos, que la globalización de las pantallas es algo más que una realidad. Supone una revolución, con elementos positivos y negativos, como en su momento lo fue la llegada del sonido y del color, la aparición de los grandes formatos o del digital.

Netflix no es una plataforma más. Es la "plataforma", al menos por volumen de producción de películas y de series. Es normal que esté presente en los festivales de cine ya que también lo están otras producciones cinematográficas y televisivas de HBO o Movistar. Pero Netflix produce largometrajes que nunca serán exhibidos en cines. Que estos filmes estén en festivales como Cannes (la polémica saltó el año pasado) y Venecia (este año con cuatro títulos a competición producidos por Netflix), despierta dudas lógicas y recelos razonables.

Los distribuidores y exhibidores tienen la guerra si no perdida, complicada. Netflix no da señales de flaqueza. Todo lo contrario. Pero quizá debería flexibilizar un tanto su postura

Sobre todo por parte de los distribuidores. En Francia presionaron y el festival de Cannes ha tenido que posicionarse: no habrá, de momento, más filmes de Netflix en su selección. En Italia ha estallado igualmente la guerra. ¿Es competencia desleal? ¿Juegan en la misma liga las películas financiadas por esta empresa de entretenimiento de tarifa plana mensual en streaming y las que están producidas por compañías cinematográficas? Pero al espectador todo este le importa relativamente. Las películas de Alfonso Cuarón, los Coen o Bong Joon-ho han ido a festivales y después tienen su larga vida en la plataforma. Se pueden ver cuántas veces guste, pagando una cuota mensual, eso sí.

Es un tema que atañe igualmente a la creación. En nuestro país, Borja Cobeaga realizó para Netflix Fe de etarras. Había paseado el guion por muchas productoras sin encontrar financiación. Netflix apostó por ella. Aunque deseen que sus filmes se vean en cines, en pantalla grande, ¿qué tienen que hacer los cineastas? ¿Renunciar a realizar un proyecto, muy personal o no, porque solo podrá verse en Netflix?

Los distribuidores y exhibidores tienen la guerra si no perdida, complicada. Netflix no da señales de flaqueza. Todo lo contrario. Pero quizá debería flexibilizar un tanto su postura. Habrá un momento en que alguna de sus producciones se encontrará en una encrucijada. Puede ocurrir con The irishman. Su director, Martin Scorsese, sabe para quien la ha hecho y dónde se verá, inicialmente en la pantalla del ordenador, aunque en el mercado asiático la distribuirán en salas. Pero sabe también que este filme protagonizado por Robert De Niro, Al PacinoJoe Pesci y Harvey Keitel es muy caro: ha costado 115 millones de euros.

Las dudas son justas. ¿Tendremos acceso a una producción de esta envergadura solo a través de Netflix? Si Cannes tiene la posibilidad de inaugurar con The irishman, ¿va a renunciar a ella por mucho que los distribuidores se quejen de competencia desleal? Puede que el filme de Scorsese sea la piedra de toque en este conflicto que, en todo caso, no perjudica para nada al consumidor, el eslabón más importante de la cadena.