Análisis
El capitalismo mató al partido amistoso
La nueva competición de la UEFA se basa en el principio de que lo que no genera beneficio no interesa
Rafael Tapounet
Periodista
Rafael Tapounet
La lógica que alimenta la existencia de la Liga de las Naciones es la misma que empujó en su día a los grandes equipos europeos a renunciar a las concentraciones de pretemporada y los torneos veraniegos para participar en cosas como la International Champions Cup, esa competición sin alma ni tradición que solo excita a los directores financieros de los clubs. Es la lógica, tan extendida, del desdén por el partido amistoso, del rechazo de cualquier actividad que no genere una recompensa para alguna de las partes implicadas o un beneficio para un tercero y de la persecución de todo aquello que escape al control de los organismos superiores.
"Los partidos amistosos ya no interesan a nadie: ni a los fans ni a los periodistas ni a los jugadores", proclamó en su día Michel Platini. Desde esa discutible convicción, el entonces máximo responsable del balompié europeo (hoy apartado del cargo por unos cobros irregulares) bien podía haber abogado por aligerar el sobrecargado calendario de los futbolistas de élite, en línea con las demandas expresadas por dirigentes como Karl-Heinz Rumenigge: "No necesitamos más partidos internacionales, los futbolistas están físicamente al límite". Pero no. La UEFA ha convertido esos compromisos que los seleccionadores empleaban para hacer pruebas y con los que las federaciones más modestas hacían caja en "una competición real, con más atractivo e interés", en palabras del secretario general adjunto de la entidad, Giorgio Marchetti (autor también de la frase "el sentido del deporte es competir por algo"). Lo del atractivo está por ver; lo del interés es indudable: por lo pronto, la UEFA ha vendido los derechos televisivos del invento por un suculento pellizco.
Pero la lógica del beneficio es voraz, y antes de que el nuevo torneo europeo se ponga en marcha, la FIFA ya negocia con un fondo de inversiones asiático para venderle la idea de una Liga Mundial de Naciones, al tiempo que prepara un Mundial de Clubes ampliado, con 24 equipos, la mitad de ellos europeos. Y uno, quién lo iba a decir, empieza a echar de menos los partidos amistosos.
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