Otoño caliente

El fantasma de la violencia

Unos y otros parecen jugar una partida de ajedrez mental, donde los movimientos se deben prever con la imaginación para hacerla avanzar

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Jordi Puntí

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Poco a poco llega este otoño que todos los medios dicen que será caliente, como si el cambio climático también afectara a la política. Una de las señales es que, de repente, ha vuelto a aparecer el fantasma de la violencia, por activa y por pasiva. Unos y otros parecen jugar una partida de ajedrez mental, donde los movimientos -propios y del rival- se deben prever con la imaginación para hacerla avanzar. Por un lado, Quim Torra declaró este sábado que la independencia es "imparable", pero siempre con sacrificios y por "la vía pacífica". La apelación al pacifismo es un regreso al marco mental de hace un año: se sobreentiende que la resistencia deberá afrontar la violencia del Estado a la hora de hacer cumplir las leyes y las sentencias, por injustas que sean, y nos sitúa de nuevo en la decisión de Puigdemont, cuando dio marcha atrás por miedo a las represión violenta que se intuía y ya se conocía, sobre todo porque el 1-O había demostrado que era real.

En este juego del yo sé que tú sabes que yo sé, los partidos unionistas convocan al fantasma de la violencia aún con más ganas. Lo convoca a su manera el PSC, cuando Miquel Iceta avisa de que el ambiente de ruptura y las hostilidades podrían influir en las decisiones de los tribunales que los van a juzgar (es decir, que se apunta a politizar la justicia). Lo convoca también la derecha alternativa de Ciudadanos, cuando criminaliza y exacerba una disputa de calle sobre los lazos amarillos para sacar un rédito de crispación que les da visibilidad. Lo convoca, sobre todo, Pablo Casado desde el PP cuando dice que "no podemos pasar de los lazos amarillos a los lazos negros", él mismo que ahora hace casi un año avisaba a Puigdemont de que podía terminar como Companys -es decir, ejecutado-. Hay en estas voces, que dicen sin decir, una sospechosa atracción del abismo, como si les tentara una versión 'light' de aquella "primera víctima" que Elias Canetti vio en 1914 y que, como él mismo decía, ayudaba a propagar "la sensación de amenaza"” entre la población. Qué inmundicia.