Juan Carlos Ortega
Juan Carlos Ortega
Saberlo Todo
Imagine que alguien sobrehumano le ofreciera, en un acto de generosidad y de magia, la posibilidad de saberlo todo. No me refiero a todo en un ámbito específico, sino a Todo en general, a la totalidad de lo existente. Le dan la posibilidad de conocer a fondo el funcionamiento de cualquier maquinaria, por compleja que sea; las antiguas y las más actuales; comprender de un modo absoluto la conducta del resto de las personas, sus actos, sus inclinaciones, sus dudas, aquello que activa sus alegrías y sus penas, el motivo por el que se enamoran y por el que deciden hacer un viaje a indonesia. Cualquier cosa, lo que sea. Suponga que solo ha de decir que 'sí' y ya posee, de modo automátio, toda la inmensidad del saber cósmico.
Antes de responder, piense en las implicaciones. Usted sería capaz de dar una respuesta clara a cualquier cuestión que se le planteara, ya fuera de carácter humano, social o relacionado con las complicadísimas leyes de la naturaleza. Si alguien le preguntara, por ejemplo, qué diablos es la materia oscura que tantos quebraderos de cabeza está dando a los físicos teóricos últimamente, usted podría dar una respuesta certera e inmediata, dejando boquiabierta a la comunidad científica, que le cubriría de premios Nobel.
Observar y decidir
Por no hablar de los asuntos relacionados con la política. Podría usted chulearse con sus amigos, ofreciendo respuestas a las cuestiones más complejas sobre, por ejemplo, pactos entre partidos, decretos ley, exhumación de restos de dictadores y todo lo que se le pasara por la cabeza. Usted, querido lector, podría saberlo TODO.
¿Qué haría? ¿Diría que sí a ese ser bondadoso y sobrenatural que le ofrece la posibilidad de despejar todas las dudas del universo, o tal vez le daría largas y le insinuaría que prefiere seguir siendo un ser humano con sus incertidumbres y limitaciones?
No se usted, pero, en mi caso, siempre que dudo sobre si tomar o no una decisión, me resulta de gran ayuda observar a personas que ya la han tomado. Miro cómo les ha ido y hago una inferencia. Si creo que se han equivocado porque su vida se ha vuelto espantosa, no tomo esa decisión; si por el contrario observo que su felicidad ha aumentado, decido imitarles.
Insufribles
Entonces, ¿debemos decir que sí a la posibilidad de saberlo todo? ¿Si se nos presenta el extraño ser del que les hablo y nos hace la insólita propuesta, le decimos que sí? Bien, hagan como yo y piensen en personas que, según parece, ya dieron ese 'sí' hace tiempo, seres humanos que, por lo tanto, ya lo saben todo y despejaron sus dudas hace tiempo.
¿Existen esas personas? Claro que sí. Están el todas las tertulias de la tele y de la radio, y en la mayoría de las columnas que se escriben a diario en la prensa. ¿Hemos de imitarles, queremos ser como ellos? No sé ustedes, pero a mí no me apetece nada. Son insufribles. Pero cada uno es libre de ser lo que le apetezca. Así que, si usted quiere ser insufrible como un tertuliano, ya sabe que ha de responder afirmativamente a la pregunta con la que se iniciaba este artículo.
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