Dos miradas

El lazo y el empleo

Puedes creer que la prisión preventiva para los políticos es arbitraria y excesiva, pero no comulgar con la falsedad de vivir en un estado dictatorial

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Emma Riverola

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Ahora que los lazos amarillos parecen haberse convertido en nuestro principal problema (cómo deben de disfrutar los que se aúpan sobre nuestros empleos precarios), quizá sería oportuno reflexionar sobre sus múltiples y particulares interpretaciones.

Aquí va una lectura de quien no pondrá ni quitará un lazo: puedes creer que la prisión preventiva para los políticos es arbitraria y excesiva, pero no comulgar con la falsedad de vivir en un estado dictatorial. Llevamos muchos años de 'procés' como para mantener la inocencia. El lazo amarillo forma parte de un relato político que une farsas y banderas. Es un acto identitario. Y aquí está, al fin, la madre del cordero.

El lazo amarillo es un acto evidente de libertad de expresión. Su presencia contundente en las calles crea la imagen de un sentir mayoritario. Pero es eso, una imagen. Una imagen que se suma a la de tantas 'estelades' que ondean en las instituciones de todos, a un discurso político que identifica Catalunya con el sentir de la mitad de sus ciudadanos, a unos medios públicos que han interiorizado el independentismo… La cuestión es que no hay símbolos para los que rechazan los símbolos identitarios. Es tan obvio como incómodo. Porque sientes tus calles un poco más ajenas. Porque crees que los problemas son comunes y que hay intereses espurios en alentar solo las diferencias. Porque, al fin, reconoces que sería más productivo dedicar este artículo al empleo precario.