Vivir es un oficio que se pierde

Cuando decido salir a la calle, impulsado y acompañado por quienes no quieren que caiga en un proceso progresivo de inmovilización, descubro el progresivo crecimiento de establecimientos que se produce en Barcelona. Los hay que tienen el aspecto propio de los clásicos. Una puerta ancha, unos escaparates, un espacio de entrada, a veces un pequeño pasillo o un espacio más importante que me permite curiosear los productos que la tienda ofrece.

Naturalmente, la diversidad de objetos y modelos es una incitación para decidirse a hacer una compra. A menudo, las mismas o similares imitaciones se reproducen pocos metros más allá. Cuando he vuelto a casa, después de haber admirado unos objetos perfectamente ordenados, he buscado en mi biblioteca, definitivamente caótica, un libro que no he encontrado. Pero he cogido otro que me ha seducido. 'Oficios que se pierden', de David Griño. Una detallada información sobre los gremios medievales en Barcelona. En otras ciudades debían existir gremios similares. Como el gremio de los metalistas. Los trabajadores del hierro y del bronce. Estaban los cuchilleros y los espaderos. Los lateros y los fontaneros. Quienes trabajaban el cobre. La época, hoy admirable, de la artesanía.

En aquellos tiempos eran muy importantes los constructores de campanas. En 1257 ya había especialistas en trabajar el estaño, y los vidrieros eran muy admirados. Existían los maestros de carros, como ahora hay diseñadores de automóviles. Y pienso que hoy todavía deben tener trabajo los actuales alpargateros.

La cama es un gran invento de la humanidad, y viene de muy lejos. Todavía recuerdo a un colchonero que venía de vez en cuando a casa para salir a la terraza y ablandar hábilmente a golpes los colchones. ¿Qué fue de los colchoneros? A aquel tiempo le llamamos el pasado. ¿Pero cuándo comienza el pasado? Para mí, cuando termino de escribir este artículo.