ANÁLISIS

Las malas formas en el adiós de Navarro

Navarro, rodeado de Nacho Rodríguez, Bartomeu y Soler, en el acto de su renovación en 2017

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Luis Mendiola

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Entre la salida de Phil Pressey y la de Juan Carlos Navarro del FC Barcelona este verano solo ha existido, por ahora, un comunicado de diferencia. También la promesa de una rueda de prensa, aún sin fecha concreta, para definir la nueva relación del escolta de Sant Feliu con el club.

Puede entrarse a valorar el tema deportivo. Caben argumentos a favor y en contra sobre lo qué debe esperarse de un jugador de 38 años, con un protagonismo cada vez más reducido en los últimos tiempos. Pero es evidente que las formas y el anuncio sobre la retirada del capitán azulgrana han vuelto a fallar de forma estrepitosa cuando el trato a un temporero que pasó de forma casi anónima por el Palau se asemeja al de una leyenda, que lleva 20 años con la camiseta barcelonista, que suma 35 títulos y es el jugador que acumula más éxitos y récords en la historia del club.

Desde su irrupción con los júniors de oro, en 1999, como bandera de una generación única junto a su inseparable amigo Pau Gasol, pocos jugadores han enganchado y emocionado a los aficionados como Navarro, puro talento sobre la cancha. Nadie mejor como referencia del Palau y de la mejor época del baloncesto azulgrana. Sin un físico privilegiado en un mundo de gigantes, apenas 1,92 de estatura, Navarro conquistó la cancha por listeza y pillería. Las reacciones de amigos y  rivales a través de las redes sociales demuestran el respeto que se ganó del mundo del baloncesto y contrastan aún más con la falta de sensibilidad mostrada por su propio club.   

Cuando el Barça le firmó a Navarro un contrato vitalicio el pasado septiembre, asegurándole su continuidad después de su retirada (firmó por 10 años), quiso transmitir la idea de que sería el jugador quien decidiría el momento, un privilegio que se había ganado con su deslumbrante trayectoria. Apenas unos meses después, esos buenos deseos han quedado en nada.

Quedar en evidencia

El escolta quería seguir un año más. Creía que podía ser aún útil, porque acabó jugando 17 minutos de media en los últimos ‘play-off’. Pero ha acabado imponiéndose la tesis de Svetislav Pesic, que le dejó claro que no contaba con él. En aquel mismo acto, tanto el presidente Bartomeu, como los responsables de la sección, Bladé, Nacho Rodríguez y  Albert Soler dejaron clara también la idea del club de organizarle un partido de homenaje y la retirada de la camiseta con el número 11, para que acabe en el techo del Palau. Cualquier otra decisión sería inexplicable a estas alturas.   

Pero más allá de que ahora le reconozcan sus logros y ensalcen su trayectoria, el club ha quedado en evidencia. Después del homenaje a Andrés Iniesta, otro símbolo del barcelonismo, que decidió el momento y el lugar de su adiós, parecía que el Barça había aprendido de errores pasados (Carles Puyol no pudo despedirse del Camp Nou). Pero la salida intempestiva de Navarro, a una semana del inicio de la pretemporada, hurtándole la opción de despedirse de las aficiones de la ACB, hace evidente que Bartomeu y su junta dan su propio significado al concepto valores y gestionan con muy poco sentido común la comunicación del Barça.