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Así luce una comedia española

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Desirée de Fez

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El 80% de las comedias españolas actuales tienen el mismo póster. Obviamente hay (contadas) excepciones, pero la mayoría son prácticamente idénticos. Un posado de los personajes mirando a cámara (casi siempre fotos corales) con actitud cómica. Los mismos colores chillones y artificiales. A menudo, un cielo azul de fondo. Y la misma tipografía (o similar) para el título... casi siempre en amarillo. Me vienen a la cabeza los pósters de 'Villaviciosa de al lado' (2016), 'Tenemos que hablar' (2016), 'Es por tu bien' (2017), 'Que baje Dios y lo vea' (2017), 'Señor, dame paciencia' (2017), 'Thi Mai, rumbo a Vietnam' (2017) y, de este último año, 'La tribu', 'El mejor verano de mi vida' o 'Campeones'.

Los carteles de las películas de este género tienen una extraña y molesta uniformidad

Desconozco si los han hecho los mismos estudios o artistas, cuyo trabajo no tengo intención de cuestionar. No me llaman la atención los pósters en sí, sino que sean tan parecidos. Tampoco he comprobado cuáles de esas películas son de las mismas productoras, distribuidoras o televisiones. Y es obvio que si son prácticamente idénticos es porque la fórmula (heredada del cartelismo de la nueva comedia americana) funciona. Pero, supongo que por una cuestión de cercanía y porque la comedia es un género que me entusiasma, no puedo evitar que esa uniformidad me extrañe, me moleste y me parezca contraproducente.

Me extraña porque no entiendo ese molde tan rígido y poco exigente en un momento en el que el material promocional de las películas es fundamental para comunicarlas. Me molesta porque, de alguna manera, implica el empaquetado de todas esas propuestas. Todas van al mismo saco, todas se ofrecen como lo mismo aunque las comedias de Fernando Colomo, David Serrano o Dani de la Orden se parezcan como un higo a una castaña. Hay ahí cierto desprecio, seguro que inconsciente e involuntario, a esas obras y a sus directores, que seguramente no habrán tenido ningún poder de decisión sobre los afiches. Y me parece contraproducente porque, aunque entiendo (o lo intento) que esa imagen de la comedia española pueda ser un reclamo comercial, sugiere injustamente una cinematografía uniforme, hecha con piloto automático y peligrosamente etiquetable.